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Las proyecciones para la inversión extranjera directa en el sector minero colombiano durante 2024 son desalentadoras. De acuerdo con el Banco de la República, se ha registrado una caída de 28% en las inversiones, una tendencia que también se observa en el sector del petróleo. Esta situación no es sólo resultado de la inestabilidad económica mundial, sino que también está influenciada por reformas tributarias y cargas fiscales desproporcionadas que limitan el potencial del sector minero. A esto se añade la alarmante situación de la extracción ilícita y no autorizada de minerales, que ha crecido en medio de los precios históricos del oro.
Sin embargo, en medio de estos desafíos, se vislumbran oportunidades que podrían revitalizar la minería en Colombia. En lugar de buscar soluciones en el exterior, es fundamental mirar hacia adentro y aprovechar al máximo los recursos naturales que el país posee. La minería no solo debería ser vista como una fuente de ingreso, sino como un motor capaz de impulsar la economía nacional y contribuir a la reducción de la desigualdad social.
Es imperativo que el próximo presidente del país, quien asumirá el cargo en el periodo 2026-2030, integre el sector minero en su agenda estratégica. Es fundamental que este líder tenga la sensibilidad necesaria para reconocer el valor de los recursos minerales que yacen en el subsuelo colombiano y entienda que no podemos seguir lamentándonos por la falta de recursos financieros para los planes de desarrollo. La riqueza mineral del país debe ser una prioridad en la agenda nacional, no un tema relegado.
Un Acuerdo Minero debe contemplar una visión amplia y sostenible del sector, que no se limite únicamente a la explotación de carbón y oro. Es crucial diversificar nuestras estrategias y explorar otras oportunidades en la minería. Por ejemplo, la extracción de minerales para la construcción de infraestructura y vías terciarias es una necesidad apremiante en Colombia. Además, el desarrollo de fertilizantes a partir de minerales podría fortalecer nuestro sector agrícola y mejorar la seguridad alimentaria. No podemos olvidar la alta probabilidad que representan las esmeraldas colombianas, reconocidas mundialmente por su calidad. Promover su producción y exportación puede ser un paso significativo hacia la consolidación de una industria minera robusta y competitiva. Asimismo, el cobre, un mineral de creciente demanda en el contexto de la transición energética, debe ser parte de la estrategia de exploración y desarrollo de recursos minerales estratégicos en el país.
Este Acuerdo Minero, además de buscar la sostenibilidad económica, debería tener un enfoque claro en la reducción de la desigualdad social. Un sector minero fortalecido puede generar empleo, desarrollar comunidades y proporcionar recursos para la inversión en educación y salud. Los modelos de minería responsable que han sido implementados con éxito en otros países deben servir como referencia para crear un marco regulatorio que beneficie a todos los colombianos.
Finalmente, Colombia tiene ante sí una oportunidad histórica para reconfigurar su sector minero. En lugar de caer en la desesperanza frente a las adversidades actuales, debemos ser creativos y abordar estos desafíos como un impulso para la transformación. La minería puede y debe ser un pilar fundamental de la economía nacional, capaz de contribuir al desarrollo sostenible y a la equidad social. El futuro del sector depende de nuestra capacidad para construir un Acuerdo Minero que respete tanto las necesidades económicas como el bienestar social de nuestros ciudadanos.
Aprovecho este espacio para desearles una feliz Navidad y un 2025 lleno de salud, bienestar y mucha minería. Espero que podamos encontrarnos en el año nuevo para construir el país que soñamos.