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Analistas 23/11/2016

¡Adelante, Peñalosa!

Guillermo Cáez Gómez
Abogado y consultor en riesgos
GUILLERMO CAEZ
La República Más
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Tras la polémica desatada por cuenta del desalojo que se hizo de los ocupantes de la plaza de Bolívar, que buscaban manifestarse pacíficamente para lograr “presionar” la firma de un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, quiero desde este espacio manifestar mi voz de apoyo al Alcalde Enrique Peñalosa, no solo por cumplir con su deber al haber desalojado a las personas que estaban en la plaza, sino por la labor que en cerca de once meses ha realizado en Bogotá. ¡Ánimo, alcalde!, el reto era grande luego de doce años de inoperancia, corrupción y demagogia. 

Volviendo al punto de desencuentro de esta semana, lo primero que debo decir es que la efectividad de la protesta fue nula y, por el contrario, generó una carga para la administración distrital que tuvo que velar por la seguridad de los ocupantes del espacio público. Es cierto que todos tenemos derecho a manifestarnos, siempre y cuando no afectemos con nuestros actos los derechos de los demás, la seguridad, bienes públicos, etc. Por otra parte, también es cierto que la ocupación de bienes de uso público está prohibida, e independientemente de lo loable que pueda ser una causa, es deber del alcalde proteger estos bienes y con ello, la seguridad de los ciudadanos que gobierna. El exalcalde Antanas Mockus dijo en otros medios de comunicación que considera que no era necesario un dispositivo de policía para haber desalojado a los manifestantes: pues se equivoca, profesor Mockus. Si el  retiro no es voluntario el Estado está legitimado al uso proporcional de la fuerza para hacer respetar lo público. 

Los salarios del personal de la policía, defensoría y cualquier otro órgano que haya intervenido en el cuidado y posterior desalojo de los ocupantes de la plaza de Bolívar se pagan de nuestros impuestos, mientras tanto se desatienden otras necesidades de la ciudad por el capricho de unos cuantos por permanecer y tener como su hogar durante cuarenta y dos días un bien público. Ahora, como bien lo decía Antanas Mockus en su campaña presidencial, “lo público se respeta”, y añado mi parte: si no se respeta, se debe hacer respetar. 

El interés general debe prevalecer por encima del derecho a la protesta de unos pocos y por esa razón, valido la actuación de la alcaldía de Bogotá en buscar el orden, la seguridad de los ciudadanos y hasta de los mismos manifestantes. Lo anterior es una de sus obligaciones y Peñalosa, como mandatario de la ciudad, obró con legitimidad y respeto a los derechos de estos ciudadanos, quienes en algunos casos salieron a decir que los habían agredido, hecho que desmintió la propia Personería de Bogotá al informar que no se habían presentado los incidentes denunciados por los ocupadores. Por mi parte tiene más credibilidad una institución pública cuya misión es velar por el respeto de los derechos de los ciudadano, que unos cuantos ocupadores ilegales que, bajo la sombrilla de la paz, se extralimitaron en su derecho de protesta.  

No podemos permitir el ejercicio sin límites de los derechos y por el otro lado condenar y atacar a quienes legítimamente los hacen respetar, no puede existir una sociedad sin barreras jurídicas que contengan extralimitaciones en el actuar ciudadano, la fuerza es el último de los recursos, que en este caso luego de mes y medio de ocupación era la alternativa viable para garantizar el retiro de estas personas. Si usted por el contrario quiere una ciudad donde pueda hacer lo que quiera sin importar que con esto transgreda la ley, bien pueda, empaque sus maletas y múdese a Caracas (Venezuela), que allá la dictadura de Maduro permite robar para comer. 

Alcalde: haga oídos sordos a los comentarios de quienes quieren deslegitimar su capacidad de sacar adelante a Bogotá. Esos mismos que no hicieron nada en cuatro años, que solo lograron una plaza en el Concejo de la ciudad y que nunca terminaron una obra como la del deprimido de la 94, son los expertos, estadistas y gerentes que hoy lo retan a debates públicos populistas para intentar destruir la edificación de una ciudad verdaderamente humana para todos.

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