MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Las elecciones en Colombia se han convertido como aquella película del día de la marmota. Que el candidato que dijo Uribe, Santos, Petro y la coalición en contra de todos los anteriores como una opción. Como si fuera un libreto de una muy mala telenovela, todos asumen su rol dentro del proceso electoral para quedarse con el poder. Más de lo mismo y seguimos en las mismas.
Por ahora ni las coaliciones, ni Petro ni mucho menos los candidatos apoyados por los expresidentes pueden considerarse una renovación política y programática para el país de cara a generar los cambios necesarios para afrontar lo que será una crisis sin precedentes para el mundo. Los efectos ciertos y verdaderos de la pandemia se verán en 2022, cuando nos cansemos de querer volver a un mundo precovid y entendamos que es necesario ajustar nuestros hábitos ante la realidad que nos golpea a una puerta que no queremos abrir.
Eso, sumado a una crisis de liderazgo político, hace que Colombia no tenga un claro desenlace de una historia que está siendo mal actuada y contada. La gran pregunta que debemos tratar de resolver es “¿cómo logramos que nuestra realidad política gire de los intereses puntuales a los intereses de la sociedad?” Una de las herramientas más eficientes en una democracia y a la que los ciudadanos le damos poco valor es el voto. El voto es el camino a la representatividad, hacia levantar la mano y participar en el ejercicio de elecciones que permitan avanzar hacía un país con oportunidades.
Si hiciéramos un balance de qué tan transformadoras y audaces son las agendas de los posibles candidatos a la Presidencia, la conclusión sería una gran desilusión por la simpleza con la que se abordan temas tan relevantes como la educación, la investigación y el crecimiento económico, lo que hace que nuestro destino sea mucho más oscuro, ya que estamos en una tormenta en la mitad del océano, sin brújula y con el capitán del barco dormido. Queridos lectores: no podemos seguir dándonos el lujo de votar por el que nos diga otro o por la otra opción para que, de uno u otro lado, no quede el candidato que no nos gusta.
Tenemos que tomarnos mucho más en serio como sociedad y entender la gran importancia que significa, en una democracia, tomar la decisión informada del voto y con el propósito de buscar una mejor sociedad. Esta debe ser una obsesión para las próximas elecciones que permitan reorganizar a Colombia y comprometernos como sociedad a un verdadero cambio y a transitar el camino de la viabilidad como país. La pandemia nos obliga al cambio y nos resistimos en aceptarlo. Vamos para un tercer pico y seguimos esperando las vacunas.
No podemos esperar que el río y su corriente nos traigan lo que arrastre y que de eso vivamos. No sigamos dejando todo al azar y al “pero para qué voto si igual nada cambia”. Todo cambio empieza por un solo acto o hecho nacido de la individualidad que vaya orientado a la colectividad. Esa es la mayor transformación a la que debemos apostarle hoy en Colombia. Seamos responsables de nuestras propias decisiones para que nos estemos quejando de la realidad producto de ellas.
Ojalá surjan propuestas más allá de la previsible estrategia del miedo. Hace un tiempo fue uno, ahora será otro pero la manipulación es la misma. Así que la invitación es a ser críticos con las propuestas que tenemos sobre la mesa y sopesar el tipo de sociedad que queremos.
P. D. Fue elegido Hernando Parra como nuevo rector de la Universidad Externado de Colombia, noticia que personalmente me llena, y de seguro a la mayoría de la comunidad externadista, de ilusión.