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Analistas 13/02/2020

De vocero a “boxeador”

Guillermo Cáez Gómez
Abogado y consultor en riesgos
GUILLERMO CAEZ

Este martes se vivió un capítulo muy triste en el periodismo colombiano. Vicky Dávila y el vocero de Presidencia, Hassan Nassar convirtieron una entrevista en un espectáculo que en nada puede enorgullecer ni al medio para el que trabaja Dávila ni a la Presidencia de la República.

Todo comenzó por cuenta de la noticia sobre el uso del avión presidencial para el traslado de la primera dama, sus hijas y unos invitados a la celebración de cumpleaños de una de las hijas del presidente Iván Duque. En principio y como pasa casi todas las semanas, los colombianos se indignaron por el uso indebido -según ellos- para este traslado, que catalogaron como personal.

La primera claridad, y sin ánimo de defender las actuaciones del presidente, pero lo que razonablemente pudo suceder se define de una forma sencilla: Iván Duque es presidente los 365 días del año, es decir que el riesgo en materia de seguridad no disminuye para él y su familia, lo que justificaría de algún modo ese viaje en el avión presidencial. Pero esa es otra discusión que no vale la pena abordar en esta columna.

Con independencia de si es o no legítimo el uso para este caso -considero que no hay duda de que lo es-, lo grave de la situación a la que me quiero referir es la forma equivocada en que Hassan Nassar abordó la entrevista que le estaba realizando Vicky Dávila, pues fue el reflejo de un mal social al que nos estamos acostumbrado. Como el portavoz de la presidencia, Nassar debería renunciar a su mal carácter y su reactividad porque lo más importante en su gestión es guardar una buena comunicación con la prensa, a fin de dar a conocer la posición del Gobierno en diversos asuntos de interés nacional.

Tal como lo dije en Twitter, el problema en este país polarizado es que nos estamos acostumbrando a que cualquier cuestionamiento tiene como respuesta un ataque personal o una justificación en la conducta de un mandatario anterior, y las explicaciones se basan en que, como otros cometieron los mismos errores o más graves, se encuentran facultados para caer en ellos sin que se deba permitir el reproche. En esto terminó convertido lo que debería haber sido una explicación aplomada con sustento suficiente para que, a pesar de las críticas, se cerrara el asunto.

Por el contrario, quien oficia como vocero pasó a convertirse en un boxeador atacando de manera directa, torpe, burda y baja a la periodista Dávila, que estaba cuestionando el actuar de la primera dama, el presidente y el uso de bienes, propiedad de la Nación, con los que se debe preservar austeridad sin que las preguntas sobre su utilización deban incomodar, pues su obligación es explicar a la opinión pública las razones de su uso.

Si bien la reacción de Vicky Dávila fue también desacertada, lo cierto es que ella por ser una periodista reconocida no pierde su calidad de ser humano. Cualquiera puede perder los estribos si atacan a su familia como justificación a los cuestionamientos que estaba presentando al vocero de presidencia. No existe justificación alguna para la forma inescrupulosa en que Nassar usó la información del esposo de Dávila para defender un hecho explicable. Pierde el Presidente con un vocero con guantes y pierde el periodismo por llegar al extremo de seguir con una entrevista que se había salido de contexto. Ojalá el presidente Duque asuma la responsabilidad y tome las medidas necesarias para evitar que los funcionarios de Gobierno se crean con el derecho de atacar a quienes les cuestionan.

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