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Tuve la grandiosa oportunidad de encabezar la comitiva que acompañó a Sarah Ferguson en su visita a Colombia. Más allá de lo que puedan decir los diarios, las noticias y sus propias redes sociales, estos dos días intensos de trabajo con ella y su equipo, me mostraron cuál es su verdadera pasión, lo que mueve su corazón y la motiva a tener el coraje para enfrentar los retos que ha tenido en su vida.
Más allá de una figura perteneciente a la familia real inglesa, es una mujer con una sensibilidad extraordinaria, entiende -incluso mejor que nosotros mismos- la importancia de generar cambios que marquen un camino diferente para Colombia. Su idea de hacer una reingeniería social, de enfocarse mucho más en generar una conciencia crítica entendida como la mayor innovación que podemos tener el en país, inspiró esta columna.
Su idea de innovación social permite entender cómo nos ven desde afuera. Luego de este tiempo y los sucesos vividos alrededor de su visita me hacen entender aún más nuestra naturaleza como sociedad, como el virus de la envidia y el arribismo son un mal endémico que nos tiene poseídos como un demonio que no permite que seamos viables.
Nuestro gran logro filosófico es destacar la malicia indígena como un valor intrínseco en los valores como país. A veces ponemos más energía en dañar a otros en su imagen o truncar sus proyectos que en viabilizar nuestros propios esfuerzos para en vez de envidiar a otros, podamos sentirnos orgullosos de nuestro propósito de vida.
Pues bien, más allá de declararme un profundo admirador de la forma de ver la vida de la duquesa de York o de venir a posar en esta columna de amigo de ella, lo cierto que tanto ella como su equipo de trabajo han identificado las grandes oportunidades que tiene Colombia como país y la posibilidad de lograr el equilibrio social basado en una sociedad consciente de que somos más allá de una serie de narcos.
Y su discurso va más allá de lo que se pensaría como si fuera una nueva colonización. La sinergia de su mensaje -si le permiten trabajar en el país- traerá para Colombia un mensaje mucho más allá de pensar en la inteligencia artificial como el camino para el desarrollo, sino que, si erradicamos los virus sociales, si innovamos y cambiamos los referentes como país creando oportunidades basadas en el trillada biodiversidad, el conocimiento, la educación ambiental y el aprovechamiento de nuestro talento humano, estamos ante un gran motor de la transformación que tanto estamos buscando y que nos ha sido tan esquiva.
Luego de refundarnos como sociedad podemos pensar en edificar la transformación tecnológica con sentido humano. Uno de sus mensajes más poderosos fue: como pensar en conocer otros planetas, sin siquiera explorar el nuestro y descubrir su verdadero potencial sin destruirlo en el camino de generar riqueza sin propósito.
Una persona como Sarah Ferguson, que, sin duda -como ella muy bien lo dice- habla desde un espacio de privilegio, quiere involucrarse de esa manera con nuestro país, nos debe hacer reflexionar del cómo podemos aportar desde la individualidad para recorrer un camino de reivindicación social. ¡Es momento de dejar a un lado los sesgos y permitir que este tipo de iniciativas generen la masa crítica necesaria para cambiar la realidad de muchos colombianos que lo necesitan!