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Ad portas de terminar el año 2013 -año cargado de noticias, escándalos y, desde luego, TLC- el balance es poco alentador. Seguimos siendo un país marcado por costumbres creadas en otro lugar y caracterizado por estar siempre a la vanguardia… pero del consumismo. He visto a diferentes personalidades de la vida política defender a ultranza los “grandes beneficios” que ha traído a Colombia el hecho de suscribir TLC al mejor estilo del dicho callejero “como peluqueando bobos”.
La firma de TLC per se no es negativa; lo complejo y que pone en un estado de indefensión a la investigación e innovación que posteriormente podría traducirse en una posible patente es con quién se firma y cómo se negoció la protección a la propiedad intelectual made in Colombia. Como lo afirmé en alguna otra columna, es difícil que el país pueda competir en cantidad de patentes con países como Corea del Sur, Estados Unidos o algunos de los miembros de la Unión Europea. Lo que debemos hacer es entrar a la agenda global no con cantidad sino con patentes de calidad.
En Colombia deberíamos aprender lo bueno, pero en lugar de eso nos encargamos de copiar cualquier modelo de consumismo y de volvernos sujetos que se generan necesidades a través de la publicidad por querer estar “a la moda”. Lo que realmente es importante imitar no lo hacemos, por ejemplo, elevar a rango constitucional la protección al inventor, como lo establecieron desde hace muchos años en los Estados Unidos, para que el país por fin afecte la agenda global de forma radical.
Desde siempre en Colombia abundan los innovadores -que no en todos los casos son los mismos emprendedores-, pero lastimosamente comparten algo en común: ambos lo son dentro del rebusque. Todo parte de varios hechos: el primero es que, si bien es cierto que se ha destinado 10% de las regalías para que sean “invertidas” en ciencia y tecnología, el piso sobre el cual está cimentada dicha inversión es, como lo dijo Moisés Wasserman, “cortoplacista, porque el sistema quedó ceñido a los planes de cuatro años de los gobernadores. Y desorientado porque por esa estructura dispersa no se puede construir una política global, nacional, transversal, que responda a las señas de deterioro y decaimiento del sistema”. Comparto su opinión: a la investigación no le puede pasar lo de los diálogos de paz, es decir, terminar politizada.
Aparte de lo estrictamente presupuestal, tenemos una entidad que debería hacer más que entregar becas doctorales y ser la plataforma de incentivos y de lanzamiento de las grandes innovaciones producto de la riqueza en biodiversidad. Desde luego no lo está haciendo. Colciencias, que hoy en virtud de la unidad nacional fue entregada como cuota al Partido Verde (ahora Alianza Verde), no tiene la capacidad de ser la que canalice y sea vocera ante el gobierno de las grandes necesidades que tiene la investigación en Colombia.
Así como el Pibe con su fallida candidatura, perdemos este partido por “doble U”. La ausencia de una política nacional en materia de investigación hace que el recurso físico que tenemos en las universidades públicas esté como rueda suelta, la gran cantidad de investigadores en Colombia trabaje con las uñas y, mientras tanto, los países que generan tecnología nos la “transfieren”, pero vía importación masiva gracias a los TLC.
Por supuesto, tener TLC no es incompatible con generar investigación e innovaciones radicales. No obstante, es incomprensible que pretendamos pertenecer a la Ocde y estar abiertos al mundo del libre comercio si no tomamos todas las medidas para hacer un país con desarrollo sostenible y una normativa que permita, con flexibilidad, la sinergia necesaria entre las universidades públicas y el sector empresarial.
Al final, la apuesta debe ser incentivar el recurso humano: es una forma de garantizar tener un buen posconflicto y de reivindicar de verdad una bandera perdida. Como siempre lo he sostenido, debemos llenar a este país de oportunidades de vida diferentes a la violencia, traducidas en fomento a la educación, apoyo real a la investigación en recursos y seguridad jurídica en la protección del investigador y sus resultados. Todo esto hará que Colombia tenga un verdadero crecimiento sin necesidad de locomotoras.