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Analistas 20/03/2025

¿Está preparado para que una IA tome decisiones por usted?

Guillermo Cáez Gómez
Abogado y consultor en riesgos
GUILLERMO CAEZ

Durante años se ha vendido la imagen del líder como una figura casi mítica. Un visionario con instinto infalible, capaz de ver oportunidades donde otros ven obstáculos. Alguien que toma decisiones difíciles con temple, que inspira con su presencia y que marca el camino con certezas. Pero, ¿qué pasa cuando esa figura deja de ser la más inteligente en la sala?

No es un futuro lejano ni una hipótesis de ciencia ficción. Ya está ocurriendo. La inteligencia artificial está tomando un papel cada vez más protagónico en la toma de decisiones empresariales, desde el análisis de inversiones hasta la selección de talento. Modelos de IA pueden procesar datos en segundos, identificar patrones que un ser humano nunca vería y predecir escenarios con una precisión inalcanzable para cualquier CEO o director financiero. Y aquí es donde comienza la incomodidad: ¿qué sucede cuando la máquina toma mejores decisiones que el propio líder?

El liderazgo tradicional se ha basado en experiencia, intuición y, en muchos casos, carisma. Pero las empresas de hoy ya no solo necesitan inspiración, necesitan precisión. Si la IA puede tomar decisiones más rápidas, basadas en datos más completos y sin los sesgos emocionales que afectan a los humanos, el rol del líder se pone en entredicho.

Durante décadas, el éxito de una organización ha dependido de la capacidad de sus directivos para analizar información, evaluar riesgos y definir estrategias. Sin embargo, cada vez más compañías están delegando estas funciones a la inteligencia artificial. Empresas tecnológicas, fondos de inversión y multinacionales han comenzado a confiar en algoritmos para decidir dónde invertir, a quién contratar o qué mercados explorar. El liderazgo, como se conoce hasta ahora, enfrenta una transformación radical.

Nos enseñaron a competir contra otros humanos, a dominar el juego empresarial dentro de las reglas que conocemos. Pero no se enseñó a competir contra un sistema que no se cansa, que no tiene miedo al fracaso y que no necesita dormir para tomar decisiones de manera continua con una precisión quirúrgica. El problema no es la implementación de la IA, sino la incapacidad de los líderes para adaptarse a esta nueva realidad.

El ego del líder se tambalea cuando descubre que su experiencia no es suficiente. ¿De qué sirve tener décadas en una industria si un modelo de IA puede procesar en minutos lo que a un ser humano le tomó años aprender? ¿Qué sucede cuando el directivo ya no es la persona más informada de la sala, sino simplemente quien aprueba lo que la IA ya decidió?

La solución no está en resistirse ni en ignorar lo que viene. El líder que sobreviva en esta nueva era no será quien intente competir contra la IA, sino quien aprenda a coexistir con ella. Ya no se trata de tener todas las respuestas, sino de hacer las preguntas correctas. ¿Qué se busca lograr con esta tecnología? ¿Cómo se asegura que las decisiones no sean solo eficientes, sino también éticas? ¿Dónde se traza el límite entre optimización y deshumanización?

El liderazgo del futuro será para quienes sepan integrar la inteligencia artificial sin perder la inteligencia emocional. Para quienes comprendan que la tecnología puede procesar datos, pero no interpretar el impacto humano de una decisión. Para quienes acepten que la IA puede calcular riesgos, pero no asumir la responsabilidad de los resultados.

La mayoría de los líderes actuales crecieron en un mundo donde el liderazgo era sinónimo de control. Pero el futuro pertenece a quienes sepan cuándo cederlo. La IA tomará cada vez más decisiones, pero siempre habrá algo que no podrá hacer: ser humana.

El reto es claro: si el único valor de un líder es la toma de decisiones basada en datos, el reemplazo es inminente. Pero si el liderazgo se basa en intuición, conexión humana y visión estratégica, sigue habiendo un lugar en la mesa.

La pregunta no es si la IA va a tomar mejores decisiones. Eso ya está ocurriendo. La verdadera pregunta es: cuando la IA tome el mando en las operaciones, ¿seguirá siendo un líder o se convertirá en un espectador?