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Luego de casi un mes de reanudadas las protestas en Colombia y de la renuncia del Alberto Carrasquilla al Ministerio de Hacienda, el pasado martes se posesionó José Manuel Restrepo como nuevo titular de esa cartera, con el reto de administrar un Estado con una deuda histórica y un saldo en rojo por algunas desacertadas medidas que ha tomado.
Restrepo, quien ha permanecido estable desde su nombramiento como ministro de Comercio y quien, con aciertos, hoy termina cogiendo una papa caliente llamada reforma tributaria. Si bien en mi anterior columna califiqué de impertinente dicha reforma, no lo hice por considerar que no sea necesaria, sino que, como todo en la vida, el asunto es de “timing”. Desde luego el Estado necesita financiarse, mucho más uno como el colombiano que está lleno de cosas por resolver y en una crisis causada por la covid-19, que nadie tenía en sus planes que se convirtiera en el combustible perfecto para encender los ánimos de quienes con justicia reclaman un Estado colombiano más equitativo.
Pero esta columna no pretende hablar de lo que enfrenta el nuevo ministro de Hacienda, asunto sobrediagnosticado en Colombia y que, como el sistema de salud, está a punto del colapsar por falta de atender las reales necesidades del país. El nombramiento de Restrepo es un mensaje claro del presidente Duque sobre el rumbo que quiere para su Gobierno en sus últimos meses.
Es claro que Duque no está pensando en dar un giro ni intentar conectarse en el último tramo de su periodo como presidente. Hace poco alguien me decía que ese cambio es como cuando en un equipo de fútbol se lesiona el arquero y al equipo le queda una sustitución, pero el técnico decide poner a tapar a un delantero. Esto no es un hecho menor, pues en momentos de crisis seguir por el mismo camino no resolverá nada y, por el contrario, logrará que las insatisfacciones que han hecho que los ciudadanos permanezcan en las calles crezcan ante la indolencia para el cambio.
Es evidente que Colombia necesita con urgencia financiarse para poder afrontar mejor esta crisis, es decir que el ministro Restrepo, con otro nombre, tendrá que presentar lo que a pesar de impertinente tenía algunos elementos rescatables a fin de poder recaudar recursos para atender las necesidades actuales e históricas. Si no se sabe manejar la comunicación y transmitir la necesidad, los ciudadanos la interpretarán de la misma manera que la anterior y no hará más que seguir prendiendo el fuego de la protesta.
Por otro lado, los acuerdos en la mesa del comité del paro no van muy bien. Las orillas están demasiado alejadas una de otra y, con la poca estrategia de este Gobierno, lo más probable es que fracase cualquier medida de acuerdo. El presidente Duque no ha medido el nivel tan profundo de esta crisis y tanto él como sus asesores siguen creyendo que esto es un fenómeno aislado, sin darse cuenta de que la bomba les estalló en las manos mientras la contemplaban.
Es hora de aceptar la realidad: o se llega a un verdadero acuerdo de transformación -que no necesariamente implique una constituyente- o, definitivamente, va a tener que dar un paso al costado y renunciar a la presidencia. Señor presidente: su sensatez o su terquedad marcarán la suerte del país en los próximos años y sobre sus hombros recaerá la responsabilidad histórica de haber llevado a Colombia directo a un abismo.