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Desde hace más de 15 años que ejerzo la profesión de abogado litigante, he visto que en muchas ocasiones quienes practicamos esta carrera profesional tenemos que lidiar con una fama bien ganada por algunos colegas que no hacen honor a la ética profesional y desconocen que debemos comportarnos verdaderos aliados en el desarrollo de los negocios de los clientes.
A pesar de dedicar buena parte de mi vida profesional a la solución de conflictos y aunque incluso parezca contrario a los servicios que presto, creo que el mundo actual demanda muchos más abogados que realmente prevengan o logren cerrar posibles conflictos, pues en un mundo globalizado, con legislaciones que en algunos casos están sobrepasando los límites jurisdiccionales que obligan a empresarios y a nosotros sus asesores a pensarnos como gestores de riesgo, lugar en donde estoy convencido, porque lo he probado, que aportamos mucho valor a sector empresarial.
Las empresas miden su actividad como una gran matriz de riesgos. Desde hace algunos años que decidí implementar varias metodologías propias de las startups y de proyectos de tecnología al servicio del análisis, mitigación y gestión de riesgos legales al interior de las empresas he visto como se reduce de forma drástica la conflictividad de las empresas y de esa manera se minimizan los impactos financieros de acompañamiento jurídico, de contingencias contables y del costo operativo que significa para una compañía estar inmersa en una controversia judicial, cualquiera que sea su naturaleza.
Es por eso por lo que esta columna, ante las dificultades que muestran los números en la economía colombiana, quiere llamar tanto a colegas, como a los empresarios a que puedan encontrar en el sector legal un verdadero aliado en la consecución de nuevas oportunidades de negocio y así empezar de dejar de ser un peso muerto en los presupuestos de las empresas.
Y esto se logra pensando fuera de la caja. No solo con la aplicación de posibles tecnologías que pueden hacer parte del trabajo mejor que los humanos, sino en como siempre le digo a mis equipos: dejar de ser tan abogados, menos técnico-jurídicos y pasar a ser mucho más estratégicos y tácticos en el entendimiento del mundo global, los negocios y los impactos directos de los riesgos.
Pero no vine creerme mejor que ningún colega, si quiero que a todos quienes intervenimos en la cadena de valor de la economía empecemos a adaptarnos a un mundo cambiante, pues sino seremos como el dicho de un buen amigo: expertos en un mundo que ya no existe. Así que como el conocimiento es para compartirse, los invito a que se familiaricen con dos de las principales metodologías que llevo unos buenos años aplicando y que dan grandes resultados.
La primera es el análisis premortem, que tiene su origen en la práctica de la medicina en donde se analizaba por qué moría un paciente y en este caso con un juego de roles y actividades, se intenta matar un proyecto y con esas posibles causas de muertes futuras, se logra crear una matriz de riesgos dinámica con sus correspondientes rutas de mitigación.
¿Y cómo hacerle el seguimiento a este premortem?, mediante otra metodología ágil llamada scrum que les ayuda a gestionar esa matriz y ahí sí, aportando valor al sector empresarial que hoy necesita muchos más gestores de riesgos, que solo buenos boxeadores en los estrados judiciales, pues una de las barreras de entrada a la inversión es la seguridad jurídica y los tiempos de respuesta de la justicia.