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La ministra de Transporte, Natalia Abello, célebre por sus apariciones en el Carnaval de Barranquilla, trasladó esta fiesta, pero en cuanto a desorden e improvisación, al ministerio que dirige. Es lamentable ver cómo, en estos tres meses del 2016, nos han tratado de meter la mano al bolsillo de forma grosera, grotesca y que viola abiertamente procedimientos y principios legales, tal como sucedió con la tabla de avalúos de vehículos del 2016; todo por tratar de ajustar cuentas de un gobierno que gastó sin pensar, como si la chequera fuera ajena.
Ahora bien, la colección de desaciertos que se conocen de este ministerio no termina aquí. Sobre el proceso de cobro para cotejar la huella en el Runt, según versiones dadas en algunos medios, la ministra de Transporte, en palabras textuales, dice lo siguiente: “Hace rato, cuando actualizamos las tarifas, ese cobro lo incluyeron en el viceministerio, ordené que se sacará y ordené a los concesionarios que no cobraron (sic)”. Lo que infortunadamente quiere decir la funcionaria es que hay ruedas sueltas en el ministerio de Transporte y que ella no está cumpliendo con la labor de vigilar a sus delegados, a pesar de que su viceministro dice que sí lo autorizó, y su firma en el documento avala esta posición; en un país serio, esto merecería, como mínimo, una investigación. Ahora, no olvidemos el otro “reversazo” del ministerio, referente a la revisión técnico-mecánica.
Por otra parte, el desorden del ministerio es cómplice pasivo y silencioso de los abusos de una parte del gremio de los conductores de taxi que, durante esta semana, se convirtió en una banda criminal al acudir a vías de hecho que justificaron en una supuesta competencia desleal de Uber, la cual solo existe en el imaginario del senador Robledo, y espero que no de la Superintendencia de Industria y Comercio. Catalogar este tipo de desarrollos como “competencia desleal” sería algo así como pretender que las enciclopedias impresas debieran haber denunciado la creación de Wikipedia por ese motivo; llegar a una sanción sería una patada estatal en los testículos del desarrollo tecnológico y sus beneficios.
Las actuaciones de la ministra Abello merecen más que el simple reproche mediático o en redes sociales. Su falta de planeación y de criterio funcional ha permitido que resoluciones abiertamente ilegales hayan nacido a la vida jurídica. Su pasividad regulatoria ha dado paso a tener una banda criminal organizada en cabeza de algunos taxistas. Lo anterior demuestra que estamos ante fallas disciplinarias innegables, pues la improvisación y falta de planeación en esa cartera llegan a tal punto que su hijo menor, la Superintendencia de Transporte, está confundiendo la ausencia de regulación de plataformas como Uber con la ilegalidad del servicio.
El papelón que está haciendo la doctora Abello es de tal magnitud que ya en Hollywood se rumora con fuerza que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos está siguiendo sus pasos, Ministra, para que su papel protagónico y antagónico en cabeza del ministerio de Transporte, (porque, paradójicamente, así ha actuado) sea postulado y por qué no, premiado con un premio Oscar, en la categoría de mejor improvisación estatal.