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En política exterior es oportuno detenerse con regularidad para examinar el camino ya transitado y reconocer la senda aún por recorrer. El inicio de un nuevo año es un momento especialmente útil para una reflexión de esa naturaleza.
La pandemia agudizó las tendencias globales que ya se avizoraban: reacomodo de las placas tectónicas de la geopolítica; la unión cada vez más estrecha de los asuntos domésticos e internacionales de los países; y la fragilidad, fragmentación y volatilidad del mundo.
Ante este dramático escenario, Naciones Unidas no se detuvo y redobló sus esfuerzos para continuar contribuyendo a resolver las diversas preocupaciones de la humanidad. Su Secretario Antonio Guterres de manera elocuente lo sintetizó así en la última Asamblea General: “Una catarata de crisis pone al mundo al borde del abismo, solo a través del multilateralismo podemos salvarnos”. Y lo propio hizo Colombia, guiada por un espíritu propositivo y constructivo.
Al hacer un balance de 2021 son varias las satisfacciones alcanzadas. Para comenzar, las acciones del Gobierno nacional por una vacunación generalizada de su población (más de 75%) y una recuperación socio-económica inclusiva y resiliente, convirtieron al país en un referente global sobre cómo abordar la emergencia sanitaria cumpliendo con la premisa, internacionalmente acordada, de “no dejar a nadie atrás”. A su vez, la ambición colombiana en materia climática alimentó la consciencia colectiva sobre la necesidad de elevar aún mas los esfuerzos para encarar una crisis cuyos devastadores efectos no solo son innegables, sino traumáticos para naciones mega-biodiversas y vulnerables como la nuestra. La protección de los bosques, páramos y la Amazonía, acompañada de la reducción de emisiones y la transición energética se convirtieron en nuestro derrotero. El país se erigió como parte de la solución a un problema global que exige audacia, sensatez e inmediatez.
Nuestro compromiso con la Agenda 2030 y los ODS como una política de Estado quedó revalidado con la presentación del Tercer Reporte Nacional Voluntario y dejó en evidencia un denotado liderazgo regional de Colombia, especialmente en el desarrollo e intercambio de mejores prácticas.
El tesón de la diplomacia nacional conservó el apoyo unánime del Consejo de Seguridad al proceso de paz en Colombia y a la Misión de Verificación, afianzando el compromiso del país con la consolidación de la paz, proyectando el valor de la política de Paz con Legalidad como un modelo del cual sustraer lecciones hacia futuro. Por último cabe recordar la visita a finales de noviembre de 2021 a Colombia del Secretario General, quien comprobó de primera mano tanto los avances nacionales en estos tópicos, especialmente la determinación de las autoridades por continuar trabajando por la prosperidad y el bienestar de todos los colombianos.
Pero eso no fue todo. A las anteriores victorias se suman los significativos aportes colombianos a diversas deliberaciones en el seno de la Organización: desde el diseño de nuevos instrumentos de gobernanza internacional hasta el empoderamiento de la mujer, pasando por los temas de juventud, la migración y sin olvidar la lucha contra flagelos como el problema mundial de las drogas, el terrorismo y la corrupción. En todos estos frentes, así como en otros, Colombia fue protagonista en Nueva York.
Al observar 2022, son múltiples los desafíos que debemos afrontar antes de finalizar el presente gobierno. De un lado, el país debe mantener una diplomacia activa y bajo ejes y principios rectores en los asuntos arriba mencionados. Los logros en el plano multilateral no se materializan en la inmediatez. Exigen persistencia y coherencia en el tiempo. Por ende, los pasos dados, aunque importantes, son parte de un esfuerzo de largo aliento, en cual se requiere profundizar la agenda multilateral para una mayor cooperación y solidaridad.
De otro lado, debemos continuar incidiendo en la discusión sobre el futuro de las Naciones Unidas. El país ya ha sido claro al subrayar que se requiere, con sentido de urgencia, un multilateralismo renovado. Es decir, uno que esté a la altura de las exigencias contemporáneas, acorde con la geopolítica actual y capaz de traducir con prontitud los acuerdos de palabra en acciones concretas.
El año que recién inicia constituye entonces una oportunidad para que Colombia, inspirada en su vocación multilateral y bajo un estricto apego al derecho internacional, deje su impronta en la reinvención de la ONU, tal como lo hizo con gran ahínco en 1945 cuando se suscribió la Carta de San Francisco.