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Las telenovelas han sido una de las expresiones artísticas más importantes en nuestro país, por cuanto han llevado a todas las generaciones la cultura y las costumbres de regiones, la vida de artistas y su música, como por ejemplo el vallenato, y en el café -producto insignia del país- hace cerca de 25 años, Fernando Gaitán tuvo a Colombia en vilo con su novela “Café con aroma de mujer”.
Desde luego como obra artística literaria describe en buena parte la realidad, pero además de la fantasía de libretistas y productores, nuestros mejores actores tratan de representar la cotidianidad, y logran que los televidentes se sientan interpretados en lo que están observando, y al menos recuerden un pasaje de su vida.
En la primera versión, la novela era la mitad fantasía y la mitad realidad, pero sin duda contaba historias de familias que todo el mundo señalaba soterradamente por su nombre, porque conocían de los descalabros en el negocio de futuros en la bolsa de Nueva York, de contrabando de café y de inventarios ficticios para justificar las operaciones.
En esta nueva versión Adriana Suárez, una manizaleña que conoce el mundo del café, nos lleva al nuevo escenario, el del café especial, a los concursos internacionales por la mejor taza de café, a la posibilidad de que Gaviota y sus amigas monten directamente su empresa, así como a la utilización del negocio de exportación de café para lavar dólares del narcotráfico.
En las regiones cafeteras para nadie es un secreto que existen muchos ‘Carlos Mario Estrada’, surgidos de hombres de los pueblos cafeteros que se han aventurado al negocio del narcotráfico, y que han regresado a comprar las mejores fincas, muchas veces en las que años atrás jornalearon ellos o sus padres, hombres y mujeres honrados, trabajadores, que se avergüenzan de los negocios del hijo, como le sucede a ‘Don Pedro’.
La Federación de Cafeteros que tiene la delegación del Estado para controlar el negocio del café debe estar vigilante, y la Uiaf encargada de combatir el lavado de activos, investigando para que casos como el de “Café Élite” no esté sucediendo en la realidad. Sería una catástrofe nacional que se disfrace de café especial una operación de lavado de dólares, como se lo proponen ‘Iván Vallejo’ y ‘Carlos Mario’ a espaldas de su hermano ‘Sebastián’.
Esperemos que “Café Élite” sea solo una genial creación de los libretistas y de RCN TV, porque de suceder en la realidad, puede dar al traste con la reputación que la Federación y los exportadores colombianos han construido por décadas. Ha existido la versión sobre el café que entra de contrabando de países del sur, para irrigarlo por el comercio y que, mezclado con el café suave colombiano, de mayor valor, se convierte en un gran negocio, dado que ya bautizado como colombiano paga con creces los costos logísticos. Para detectar las trazas de cada grano, Fedecafé cuenta con tecnologías que permiten detectar infracciones al origen, aún por regiones.
Son muchos los comentarios que constantemente se hacen en los mentideros cafeteros sobre las facilidades del café para lavar dólares -dada la atomización de la producción, la alta liquidez del mercado y la baja trazabilidad del productor en su comercio-, matrimonio perfecto con quien precisamente necesita legalizar dineros ilícitos.