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El gremio cafetero también se ha visto afectado por el paro nacional, al igual que todo el sector productivo, incluido desde luego el agropecuario. El traumatismo a la Nación ha sido absolutamente absurdo y el bloqueo a las vías ha terminado por afectar, de manera grave, a la población que los del paro dicen o creen estar defendiendo.
Impedir la libre circulación de mercancías, en primer lugar, desabastece los mercados y, en el caso de alimentos, desocupa las plazas, se encarecen y perjudica a los más pobres, que apenas han logrado sobrevivir con las ayudas del gobierno. La inflación desbordada traerá nuevos problemas políticos.
Sin embargo, el sector cafetero termina siendo uno de los más defendidos, presentando el mayor perjuicio en el cumplimiento de los despachos al exterior, que obliga a embarcar por los puertos del Atlántico, con sobrecostos, pero sin desabastecer a los clientes.
Para fortuna, a nivel de producción la afectación no es tan grande. El café se produce en más de 500 municipios dispersos, en los que la obstrucción no se ha dado en forma notoria, con la ventaja de que la mano de obra es propia en 90% de los predios, y el producto tiene un ciclo de secado. Además, no es perecedero y admite almacenamiento, mientras los alimentos frescos resisten - en su mayoría- una semana entre recolección y venta.
Por lo tanto, el trauma sí existe, pero el aparato logístico de la Federación y los exportadores es uno de los grandes activos de la caficultura. Cuando llegó el covid la alarma fue igual y, finalmente, la dispersión del trabajo al aire libre dio como resultado final la mejor cosecha y el mayor ingreso cafetero de los últimos tiempos: más de $9 billones.
Cuando leo los comunicados de la Federación alarmando al país por las consecuencias del paro, les recuerdo a los cafeteros cuando paralizaron a Colombia en marzo de 2013, obstruyendo vías, organizados por los grandes cafeteros que enviaron a sus trabajadores pagados, y a pequeños campesinos, a reclamar un subsidio del Gobierno que favorecía, en mayor medida, a quienes financiaron la revuelta.
Traigo a colación esta situación para que no olvidemos que, lo que hoy siente el sector, lo padecimos los colombianos por su cuenta; debe servir para que esa situación, única en la historia cafetera, nunca se repita, así hubiese sido un buen negocio, como sin ninguna vergüenza afirman muchos productores.
He escuchado a líderes políticos que forjaron su capital electoral, -según dicen ellos- con los cafeteros, ayudando al paro de 2013, y que ahora se rompen las vestiduras en entrevistas, condenando la absurda situación a la que nos han llevado decisiones erróneas y la desmedida protesta que está empobreciendo más el país. Tampoco olvidaré el apoyo de Álvaro Uribe y de Jorge Enrique Robledo. Los seguidores de Robledo terminaron por crear Dignidad Agropecuaria como fruto de aquella confusión gremial, y hoy están en la mesa del paro.
Finalmente la Federación, con igual falta de criterio y tino político que el actual gobierno, casi crea un cisma cafetero al expedir el 7 de mayo una resolución, cobrando contribución cafetera a las muestras de café que se envían al exterior, fruto de una errónea interpretación de sus funcionarios, que la misma Dian le ordenó derogar.