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Analistas 12/12/2017

Congreso cafetero

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo

Se celebró en Manizales el congreso cafetero y por primera vez por fuera de Bogotá, destacado por varios dirigentes como el punto más importante de la reforma de estatutos. También se conmemoraron los 90 años del Comité de Caldas, fundador de la Federación y el mayor productor de café de Colombia en 1927.

En primer lugar, se debe destacar la tranquilidad que reina en el gremio después de dos años de administración de Roberto Vélez, que con diálogo y apertura ha logrado consolidar una paz interna, a la que desde luego contribuyen el aumento del ingreso cafetero, fruto del incremento en la producción y del precio interno, que promedió $827.000 por carga.

Por su parte el presidente Santos, clausuró con un discurso en el que destacó 45 años de vinculación y colaboración con los asuntos cafeteros, recordando cómo creó el AGC en 2001, y que representó cerca de $450.000 millones en ayudas a los caficultores -y más tarde el PIC- que representó apoyo por $1,3 billones. Además, dejará para la historia haber recuperado el parque cafetero y doblar la producción nacional hasta superar los 14 millones de sacos. A este excelente momento además contribuyó la presencia de Mauricio Cárdenas en el Comité Nacional, conocedor como nadie de los temas cafeteros, quien instrumentó gran parte de las decisiones que hicieron posible el excelente momento del sector.

Lograr incrementar la productividad de 10 a 18 sacos por hectárea gracias a la renovación de cafetales, es un éxito, pero no la meta final; esa productividad puede aumentar muchos más de los 21 sacos que se ha fijado el gremio. Se requiere aplicar a plenitud el nuevo postulado “más agronomía más productividad”, que exige un gran compromiso de los extensionistas, a quienes se debería medir y remunerar precisamente por este indicador.

Faltó en el Congreso un real compromiso del gremio y de la administración por fijar una meta de nuevas áreas para el posconflicto, como las de la cordillera oriental, que son óptimas. Fácilmente 50.000 hectáreas pueden ser solución para 10.000 campesinos y sus familias.

En una reciente intervención, el Gerente exponía cómo se podía aumentar la producción “sin tocar el área”, -supongo cuidándose de la reacción interna que produce hablar del tema-, por el egoísmo que ha imperado en quienes ostentan el poder, que temen que mucho café y nuevos departamentos los puede perjudicar en la distribución de los recursos. Absurdo cuando el mundo producirá 200 millones de sacos y, para conservar su participación en el mercado, Colombia debe producir 24 millones.

Solo les recuerdo que al Huila le impusieron un pacto de congelación de área durante varios años, y cuando se percataron, la había doblado y hoy es primer productor con 18%. El empuje de los campesinos, las virtudes del café como fuente de trabajo y bienestar, la garantía de compra del producto, hacen imparable el crecimiento del área en nuevas zonas campesinas. Por lo tanto, lo mejor sería que el gremio lidere este propósito como una contribución a la paz que nos deja Juan Manuel Santos, cuyo gobierno tanto ha dado a los cafeteros.

Muy pertinente la declaración en el marco del congreso, tanto del gerente técnico como del director de Cenicafé, advirtiendo sobre los peligros para la caficultura nacional de la variedad Catimore CR-95, que según el Censo Nacional Agropecuario ya constituye 2% del área, y es absolutamente susceptible a la roya, amenazando inclusive a las variedades resistentes.

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