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Continuando con el análisis de lo que sucedió en el congreso cafetero, el gobierno realmente no tenía nada para decir. Ni un sólo pronunciamiento sobre la política cafetera, el nivel ingreso de los productores, tampoco a la política de crédito ni a la de inversión en infraestructura en las zonas cafeteras y, menos aún, en la relación con el gremio, que tanta expectativa había generado.
El Ministro de Hacienda inició su intervención afirmando que el café lleva 120 años.Increíble error de un economista mayor, que demuestra que éste no es un tema de su conocimiento. Olvida el ministro Bonilla que en 1800 ya lo producíamos, y en 1900 fue un actor fundamental de la guerra de los mil días. Basta leer “Café y Conflicto en Colombia 1886 - 1910” de Charles W. Bergquist, para entender que ya era el motor de la economía.
Insiste en ampliar el área por encima de 800.000 hectáreas, cuando se debería proponer primero un aumento en la productividad, que se puede alcanzar con renovación, densidad de árboles por hectárea, fertilización adecuada, crédito, y extensión agrícola. Así se mejoraría automáticamente el ingreso de la familia cafetera y llevaríamos la producción a 20 millones de sacos. Ese sería un reto al gremio.
Sostiene que la mini bonanza destruyó la credibilidad en los contratos a futuro, porque no se previó la helada en el Brasil. Absurda afirmación, pretendiendo prever un evento climático, que sólo ha sucedido tres veces en cincuenta años. Realmente lo que acabó con el mecanismo fueron la codicia y la inmoralidad comercial de unas cooperativas y grandes cafeteros, a los que dominó la falta de compromiso, seriedad y moralidad comercial; y, finalmente la Federación, que fue incapaz de exigir el cumplimiento de los contratos. Se percibe que las cooperativas le han sabido llegar al ministro, convenciéndolo de que son víctimas, cuando son las causantes de este grave desastre.
Sobre el Fondo de Estabilización, señaló que está mal diseñado, anunciando de forma velada a los delegados que los cafeteros deben aportar más, pero no ofrece compromiso de parte del gobierno.
Realmente el ministro afirma no conocer y pregunta: ¿Cómo es el uso de la tierra? ¿Por qué estamos en 800.000 hectáreas? ¿Cuáles son los costos de producción? ¿Cómo es el flujo de caja del cafetero? ¿Cuál es papel de los exportadores privados? ¿Cuál es el pasivo pensional de la Flota Mercante? ¿Por qué se consume café importado? ¿Por qué se exporta café en bruto? ¿Por qué no previeron la helada? ¿Cómo se compra el café? ¿Cómo se identifica? ¿Quién y cómo se paga la prima?, etc.
Pero también parece desconocer que la cláusula sexta del contrato de administración del Fondo Nacional del Café, contempla un asesor del gobierno en asuntos cafeteros, quien ejercerá las funciones del contrato, deberá ser experto en materias macroeconómicas, financieras, cafeteras y de comercio exterior, con amplia preparación académica y reconocida experiencia en las mismas.
Precisamente, en 1988 se introdujo esta figura para asesorar al gobierno, y para que los ministros que no conocen de los asuntos cafeteros, puedan entrar a tomar decisiones. Pero el ministro Bonilla no lo ha nombrado y, esa es, seguramente, la principal causa de sus interrogantes.