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Continuando con lo que debe ser una política cafetera seria, que ofrezca bienes públicos para quinientos mil productores, debemos abordar la investigación científica y la asistencia técnica, acciones fundamentales para la vida de un caficultor que necesita que lo lleven de la mano, para garantizar “Permanencia, Sostenibilidad y Futuro”.
Cenicafé, creada en 1938, siendo gerente Manuel Mejía, es el centro de investigación y experimentación más importante del país, por los resultados alcanzados para los productores que lo financian.
Por ejemplo, en 1984 nos llegó la roya y Cenicafé ya tenía lista la semilla de Variedad Colombia, resistente al hongo. Fue entonces cuando por sus efectos, -en el verano de 1987- se presentó el gran paloteo, defoliación de los árboles y pésima calidad del grano. La respuesta inmediata de la gerencia de Jorge Cárdenas fue la propagación de la semilla, el trabajo para convencer a los productores sobre el beneficio de tumbar y sembrar, y montar una cruzada nacional para renovar más de 200.000 hectáreas inmediatamente.
El complemento de esta actividad fue una línea de crédito a seis años de plazo, con dos de gracia, que permitiera al productor mantener su flujo de caja.
Este objetivo se logró, de tal manera que, en 1992, el nuevo parque cafetero llevó la producción a la cifra más alta de la historia, 16,5 millones de sacos. Gracias a la asistencia técnica, un ejército de agrónomos haciendo extensión agrícola, finca por finca, convenciendo al cafetero, mostrándole las bondades de la renovación y del crédito, ayudaron a diseñar la siembra, la densidad, y todo aquello para lo que un campesino necesita orientación; porque él cuenta con la tierra y el trabajo, pero lo más importante, venciendo la resistencia al cambio, que es bien difícil, frente a los dirigentes.
De la misma manera y gracias a la investigación de Cenicafé, se pudo lanzar en 2006 la variedad Castillo Regional, adaptada a la oferta climática de cada departamento, y caracterizada por ramas más largas, más nudos florales, y cerca de 20% mayor producción por árbol; con un 90 % de grano grueso, clasificado como café supremo.
Este es el verdadero valor agregado para el productor, que adicionado a la posibilidad de lograr que su café sea especial, por sabor, -y encuentre el comprador que se lo pague- se convierte en mayor ingreso. Agregar valor no necesariamente es igual a transformar, esa es tarea de los industriales. Sólo piensen que, si la integración vertical fuera válida, Colcafé, Nestlé, Starbucks, etc., tendrían cultivos en gran extensión en todos y cada uno de los países productores.
Investigación y extensión son dos bienes públicos fundamentales, pilares de la política, a los que se debe aplicar los recursos de la contribución cafetera.
A lo enunciado denomino política cafetera, con visión de largo plazo, es diferente a la de montar unos juguetes para tostar pequeñas cantidades de café y salir a venderlo en las esquinas por parte de un campesino, sin experiencia comercial, sin conocimiento de la actividad y sin clientes potenciales. No los pueden engatusar, pensando en que pueden encontrar en su círculo cercanos clientes para comprar café a $50.000 libra, cuando la capacidad de compra de nuestro consumidor no alcanza para ese gasto.