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La persona que acomete la presentación de querellas y la iniciación de pleitos de un modo desmedido y obsesivo, según la definición es querulante. Fue así como en su reciente columna, Luis Carlos Villegas calificó al presidente Gustavo Petro.
Lo ratificó el primer mandatario cuando, en su intervención en la gira por el Pacífico, regañó a la Ministra de Agricultura porque nos va a sobrepasar Etiopía como productor de café, si no se pone las pilas. Posteriormente aclaró, “el regaño no es a la Ministra, sino a la dirigencia cafetera tradicional que dejó caer a Colombia del segundo al quinto puesto en producción en el mundo”.
Seguramente se recordó que quería tener un pleito con los cafeteros -y el gremio que los representa-, y aprovechó para tratar de armarlo donde no existe, si recordamos las amables intervenciones de los ministros de su Gobierno en el pasado congreso cafetero, todas encaminadas a trabajar en armonía.
El Presidente, lleno de nostalgia, mirando siempre el pasado, trajo a colación los años en que vivimos del café, pero olvida los esfuerzos que Colombia ha hecho -precisamente para no depender del cultivo del grano-, tanto para dejar la mono dependencia exportadora, como para que la economía, en lo interno, tenga otros sectores que la dinamicen.
Gracias a estos logros se encuentran ocupados casi 20 millones de personas en los cascos urbanos, en los demás sectores de la economía, sin olvidar que parte de este impulso lo dio el café, con divisas e impuestos, pero así sucedió hasta hace cuarenta años, cuenta que el país ya ha pagado suficientemente.
La producción de café, en la bonanza de 1977, pasó de 8 a 12 millones de sacos, gracias a que el postulado de López Michelsen fue “la bonanza es de los cafeteros”, y el alto precio interno indujo a los empresarios a invertir para lograr altas rentabilidades, con la variedad Caturro, aumentando el área de 800.000 a 1.100.000 hectáreas, las mismas que desaparecieron cuando el negocio aterrizó en la realidad, y el precio se convirtió en el reflejo del mercado.
Luego, en 1987 cuando la roya destruyó cafetales, se ejecutó la gran renovación por la Federación, con la introducción de la variedad Colombia, sin aumentar el área sembrada y como resultado, para 1992 se logró la mayor producción de la historia: ¡17 millones de sacos! a lo que ayudó el verano que, recordemos, nos ocasionó el famoso apagón.
En 2008 cuando se inició la ola invernal -que perduró hasta el 2012-, la producción bajó a siete millones de sacos; se implementó el PSF - Permanencia, Sostenibilidad y Futuro, renovando rápidamente más de 150.000 hectáreas de cafetales envejecidos, de pequeños propietarios, que llevaron la producción a cerca de 15 millones de sacos en el verano de 2015.
Este repaso nos sirve para que quienes sólo desean ver el pasado se percaten que han sido la Federación y sus dirigentes, los que ha impulsado los grandes programas que han permitido incrementar la producción.
Su reclamo, le reconoce esa responsabilidad a un gremio con en el que es obligatorio concertar la política cafetera y que con creces ha demostrado capacidad de implementarla.
Solo concertando y no peleando, se puede continuar; no es posible que nos gobierne la nostalgia, que generalmente lo que produce es decadencia.