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El 10 y 11 de septiembre se celebraron las elecciones cafeteras, con una participación del 55%, según los boletines; un buen resultado, pero desafortunadamente inferior a la de elecciones anteriores.
Lo más destacable, el alto porcentaje de delegados al congreso cafetero reelectos, que muestra un espíritu de continuismo de los líderes, -con miembros en varios comités que llevan más de 20 y hasta 30 años- acomodados, sin querer soltar el cargo, defendiendo el pasado y con la institución a su servicio.
Es fundamental prohibir la participación de la administración de la Federación en actos preelectorales, defendiendo su gestión en las regiones, en eventos masivos, con la presencia de los candidatos a la reelección. Las redes sociales nos hicieron saber que, nunca antes en la historia gremial se han celebrado tantas convocatorias como este año que, sin duda, garantizaron el resultado.
Solo prohibiendo la reelección, por ejemplo después de ocho años de servicio, se puede garantizar la necesaria renovación y la transparencia en el juego democrático, en una institución que ha adoptado el modelo participativo, después de utilizar el representativo por décadas.
Hubiera sido una buena oportunidad de cambio y democratización, en la más grande organización agrícola del país, con 525.000 productores que poseen menos de cinco hectáreas y tan solo 346 con cultivos mayores a 50 hectáreas.
Se especula mucho sobre lo que pueda suceder frente al actual gobierno y a las nuevas realidades de poder interno, en un gremio económico que se fue convirtiendo en una ONG con alto contenido social.
En 1927 cuando se creó, la administración era liderada por Cundinamarca y Antioquia, otrora las zonas de los grandes productores. Desde 1937 asumió el viejo Caldas, como mayor productor, en cabeza de Manuel Mejía Jaramillo, hasta 1982 cuando se retiró el doctor Arturo Gómez Jaramillo, ya dividido en tres departamentos, entregó a Antioquia, en cabeza de Jorge Cárdenas Gutiérrez, que compartió principalmente con el nuevo Caldas, Valle y Tolima.
Desde el 2002 en la era que inició Gabriel Silva, se aprobaron reformas estatuarias y administrativas que contribuyeron a equilibrar el poder de las regiones, y a consolidar el cultivo en las nuevas zonas cafeteras de Colombia, ratificando el desplazamiento del mayor número de hectáreas, la más alta producción y el mayor número de cafeteros, hacia los departamentos de Huila, Cauca, Nariño, y Tolima, que hoy representan más de 50% del país cafetero.
Con justa razón se escuchan los deseos de la dirigencia cafetera y política de estos departamentos, por acceder a los órganos administrativos que dirigen la política cafetera, claramente respaldados por los factores que determinan el poder político y presupuestal.
También el espíritu de cambio del nuevo gobierno abre la oportunidad a un movimiento político de izquierda como Dignidad Agropecuaria, para llegar a altas dignidades en la organización. Después de 50 años de oposición al manejo cafetero, cuando la izquierda ha llegado al poder se encuentran enfrentados a Petro, pero se especula que esta puede ser precisamente la razón para lograr una conciliación, apoyando a seguidores de Jorge Enrique Robledo para la gerencia.