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El próximo congreso cafetero debería ocuparse de la modernización de los estatutos de la Fedecafé, para adaptarlos a la nueva realidad del mapa cafetero; que se refleje de mejor manera el poder político de los pequeños productores.
Este gobierno arrancó con ímpetu de buscar el poder, su propio desorden y el mismo gremio, lograron neutralizar sus ambiciones. Además, que los ministros en el escenario de concertación del Comité Nacional de Cafeteros, entendieron la dimensión de lo que significa la Federación y han actuado con generosidad, frente a lo que manifiesta el poder supremo en los discursos.
Sin embargo, se dice que a algunos funcionarios los esperan con los brazos abiertos -para en la renegociación del contrato de administración del Fondo Nacional del Café- poderles darles el “abrazo del oso”.
Pasamos de ser simplemente un gremio, a la ONG agrícola más grande del mundo y exige demostrar que, si 98 % de los miembros son pequeños campesinos, de la misma manera debería ser el ejercicio del poder político.
Es la hora de poder llegar con reformas como la de incorporar en los estatutos el verdadero valor del cafetero, como el sujeto de derechos en la organización, sin importar el tamaño de su cosecha. Hoy la producción es la determinante del poder votante en el congreso cafetero, de la repartición de los recursos de el Fondo Nacional a cada departamento y, de la conformación de las circunscripciones electorales en los comités departamentales.
Actualmente en el congreso las votaciones por departamento son así: con más de 9 % de la producción, seis votos; los que tienen entre 3% y 9 %, cuatro votos y, los menores con dos votos. Se debe eliminar este poder votante por departamento y todos los delegados deben tener el mismo voto. Porque además eso lleva a que ningún líder pueda votar con su criterio o su interés; únicamente lo puede hacer el jefe de delegación con el poder votante ponderado. Permitir que cada uno de los delegados puedan votar libremente llevaría a adoptar decisiones que obedezcan mas a los intereses de cada tipo de caficultura, por encima de los de cada departamento.
Así mismo las seis circunscripciones en cada territorio son por producción, -que lleva a que los recursos se asignen más a los municipios de grandes productores- cuando si se hacen por número de caficultores llegarán más recursos a las zonas predominantes de pequeños cafeteros.
De otro lado, resulta increíble que los miembros del comité directivo no sean elegidos por voto directo, algo fundamental en una democracia moderna. Este órgano rector lo deberían conformar los presidentes de cada comité departamental, que sí son elegidos por los cafeteros.
El congreso cafetero debe elegir por cada departamento para Comité Nacional, líderes con recorrido y experiencia, con capacidad de diseñar políticas públicas, sin intereses particulares, en una relación de alto nivel profesional con los ministros y asesores del gobierno de turno. Así se asegura que los programas sean de largo plazo, y no dependan de lo que se le ocurra al gerente o al gobernante del momento. Un tema tan delicado y de tanta implicación social, política y económica, requiere que exista una fuerza institucional, en especial cuando ya vimos que una simple llamada tumba un gerente.