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La tenaza es una herramienta de dos brazos para sujetar cosas y tirar de ellas. Es precisamente lo que montaron en la Federación, con un grupo de congresistas, para sacarle plata al gobierno. Resulta increíble que, el único gremio del país que tiene dentro de su junta directiva a tres ministros y a la directora de Planeación Nacional, -que decide la política cafetera y la administración del Fondo Nacional del Café-, resuelva aliarse con congresistas en campaña política, para presionar a un gobierno que ha colaborado desde el primer momento, sin ceder a las pretensiones e intereses de los que dicen representar a todos los caficultores y que terminan por defender a los grandes productores.
Este “apretón” dio como resultado $60.000 millones más, cuando aún no se han usado los $95.000 de 2018; entendible ante la presión que ejercen para votar afirmativamente el plan de desarrollo.
El pronunciamiento de los ministros de Hacienda y Agricultura ante la descabellada propuesta de retiro o no utilización de la bolsa para vender café, llevó al Gerente Vélez a afirmar que “me da lástima decirlo, pero creo que ni los ministros lo han entendido” y al representante de Caldas, a afirmar que “ahora los ministros se atraviesan en esta propuesta que es positiva”.
Todo corrobora que los cafeteros han decidido otro camino. Muestra de ello es la amplia difusión de la reunión liderada por el senador Corrales, quien fuera el jefe de debate de Vélez Vallejo en su aspiración a la gerencia -en condición de dirigente cafetero- y ahora con propósitos electorales, recoge estas banderas para las votaciones de octubre; lidera una comisión accidental del Congreso de la República para pedirle al Ministro de Hacienda que fije un precio mínimo de $782.000 por carga. Para mí, es una desconsideración con los demás productores de cualquier bien y servicio en Colombia, que no entienden por qué razón el presupuesto nacional se tiene que destinar a asegurar ganancias a los cafeteros. ¡Son solo 5.000! Los demás persisten por su trabajo en la tierra, que se remunera con la venta de su café.
Una solución estructural puede ser dedicar esos $155.000 millones para iniciar un programa de erradicación voluntaria de cafetales de más de 10 hectáreas -no viables económicamente- porque no son competitivos y subordinan la política cafetera a la defensa de su interés por la rentabilidad. Son cerca de 100.000 de las 870.000 hectáreas que ya no volverán a ser rentables. En 1992 se realizó un programa similar para erradicar 70.000 hectáreas de grandes fincas de pisos térmicos bajos, en su mayoría grandes productores, que encontraron otro rumbo.
El país y el mundo deben saber que, 99% de los productores que ocupan 90% del área son competitivos, progresan con el café, aseguran una forma de vida, producen con excelente calidad, crecen cada día y tienen la capacidad de aguantar la volatilidad, porque venden su trabajo en granos de café. Estos pequeños productores no pueden soportar más el desprestigio de los líderes y voceros que, día a día los condenan como incapaces de competir y como una actividad insostenible. Con un precio como el actual, 90.000 nuevos productores sembraron más de 120.000 hectáreas, en los últimos diez años. La agenda apocalíptica y catastrófica de los grandes productores, no puede arrastrar ante el mundo a toda la caficultura que sí es sostenible.