MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
La autosuficiencia o autonomía alimentaria y energética ha sido criterio importante para establecer políticas públicas. Se aduce que es preciso asegurar los recursos para subsistir ante eventos traumáticos para el transporte internacional, como guerras o eventos de fuerza mayor, como terremotos o huracanes.
Tras las guerras mundiales han florecido protecciones y subsidios para la producción agrícola en muchos países, incluidos la mayoría de los desarrollados. Consecuencia natural ha sido la sobreproducción a costos elevados para las finanzas públicas de esos países y, al tiempo, precios más bajos para las ventas de productores más eficientes. Esta práctica es discriminatoria contra regiones con ventajas comparativas relativas naturales.
El transporte marítimo intercontinental ha evolucionado desde entonces de manera dramática, con reducción de fletes; esta situación haría aconsejable suprimir protecciones que, además, contradicen los principios de la Organización Mundial del Comercio (1994), sustituto del Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas pactado en Bretton Woods (1944). El grupo de Cairns, conformado por 15 naciones, que incluyen a grandes exportadores como Brasil, Argentina y Australia, y también a Colombia, ha impulsado sin éxito desde hace varias décadas el desmonte de subsidios y protecciones en agricultura, sin éxito.
También con retórica sin fundamento se ha impulsado la autosuficiencia energética, que consiste en asegurar que la totalidad de la energía consumida en un país tenga origen en su territorio. El asunto es complejo: los precios del petróleo, la mayor fuente de energía hoy usada por la humanidad, sufren distorsiones por cuenta del cartel de Países Exportadores de Petróleo. Si bien el primer productor mundial, EE.UU., no participa en el acuerdo, sus miembros logran establecer precios muy superiores a los que habría bajo competencia transparente. Basta señalar que Arabia Saudita podría atender la totalidad de las necesidades mundiales durante las próximas tres décadas con un costo del orden de US$12 por barril, contra alrededor de US$70 en la actualidad.
Los precios altos permiten a los países aprovechar yacimientos de costo elevado, por gastos de logística o por tratarse de crudos pesados; lo acertado para los países donde los hay sería aprovechar esos depósitos a plenitud antes de que fructifiquen los esfuerzos del mundo para transitar a fuentes menos contaminantes: en esa situación el precio caerá por la sustitución de hidrocarburos por energías limpias, que en algunos países, como España, ya son del orden de 30% del consumo, o por energía atómica, que en Francia es más de la mitad.
Barcos tanqueros enormes han facilitado el l transporte marítimo de petróleo en el último medio siglo, y reducido el costo. Así las cosas, también para los combustibles conviene revisar la autosuficiencia como propósito. En contraste, el uso de energías limpias, como la solar, la eólica, la hidráulica y la geotérmica son para consumo doméstico en forma primordial; su mayor costo, si lo hubiere, se debe comparar con el costo social de las consecuencias contaminantes de los fósiles.
Conviene abandonar dogmas de autosuficiencia, y cultivar el método eficiente y la perspectiva amplia para obtener los beneficios correspondientes sin riesgos desmedidos. La tarea es sobrevivir y prosperar como especie, con respeto y solidaridad.