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Las perspectivas de Colombia son inciertas. Proponer soluciones requiere reconocer realidades. Se necesita organizar el país para reducir la elevadísima tasa de homicidios, crecer a tasas elevadas, reducir desigualdad, para lo cual es preciso que los indicadores correspondientes sean significativamente menores después de impuestos y subsidios que antes de impuestos y subsidios, y mejorar la calidad de la educación pública para beneficio de todos los habitantes del país. Será necesario admitir que el Legislador, a quien corresponde hacer las reglas, no es idóneo, por lo cual es necesario revisar el proceso para formarlo. También conviene suprimir el régimen presidencial, heredado de la constitución americana de 1787, que concentra demasiada autoridad y responsabilidad en una persona para esta época, y hacer eficaz la justicia.
Nada de eso se aborda de forma acertada en las propuestas del Pacto Histórico ni en las del Centro Democrático. El gobierno ha manifestado la convicción de que mediante la protección a las cadenas productivas va a impulsar la creación de empleo, lo cual desembocaría en crecimiento muy lento; tendrían razón quienes preguntan cómo puede crecer el gasto en subsidios sin crecer rápido la economía, y por qué no se entiende que el crecimiento rápido puede reducir la necesidad de subsidios.
Todo lo que se haga debe engranar en forma adecuada. Si el Estado no es capaz de monopolizar la fuerza, habrá anarquía, condición incompatible con la posibilidad de vida sabrosa. Las medidas económicas se deben abordar como conjunto. Así, una reforma tributaria no debe entenderse como fuente de ingreso marginal para el Estado sino como ordenamiento racional de la relación entre fisco y contribuyentes; se deben simplificar las reglas, suprimir los privilegios y evitar impuestos antitécnicos, como el gravamen al patrimonio. La reforma pensional es inevitable, porque la expectativa de vida de la población crece; se requiere trabajar más para financiar al menos parcialmente los años improductivos adicionales.
Es preciso mejorar el sistema de salud, pero la solución no es dañar lo bueno, que es muy valioso, y entregarle la gestión plena a la burocracia estatal. Se debe desvincular el salario y la financiación de la salud para facilitar la creación de puestos de trabajo productivos y formales. Se necesita impulsar el desarrollo agrario con lupa moderna. Además es clave redefinir la geografía política, la articulación entre regiones y gobierno central, y la estructura de la cúpula.
No tienen sentido asambleas constituyentes con alto riesgo de contradicción, como ocurrió en 1991, cuando se definió el objetivo de construir el Estado Social de Derecho y, al tiempo, se definieron procesos contrarios al propósito. Más bien se deben reunir a mentes preclaras de la patria para hacer una propuesta de Carta con propósito democrático, divulgarla, debatirla con amplitud, y ajustarla con miras a un plebiscito decisivo. Colombia ha suscrito todas las declaraciones de derechos humanos de Naciones Unidas: conviene reconocerlas de manera explícita como cimiento. Instituciones bien diseñadas no aseguran el éxito pero aumentan en gran medida la probabilidad de lograrlo, y las existentes son obstáculo insalvable. No se trata de impulsar esquemas elitistas sino procesos sensatos para hacer el tránsito a la prosperidad con equidad y armonía. El gobierno tiene la palabra.