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La humanidad nunca ha tenido organización para asegurar resultados en forma coordinada. Por el contrario, la armonía como propósito se ha circunscrito en buena parte de la historia al ámbito de lo privado. Adam Smith insinuó en 1776 que la búsqueda de propósitos individuales es camino eficiente para asignar recursos en forma racional.
Esta lógica no considera que cada comunidad organizada tiene ventajas comparativas relativas frente a otras, como reconoció David Ricardo. En la sociedad contemporánea los flujos de capitales y remesas permiten el sostenimiento de las economías con déficits persistentes de balanza comercial, pero no tiene sentido apostar a esta circunstancia como cimiento para diseñar estrategias de desarrollo.
Por el contrario, es más apropiado aprovechar de manera ordenada las oportunidades conocidas para mejorar el ingreso en forma rápida, con orientación creciente hacia la construcción de conocimiento y la diferenciación de los productos y servicios locales.
En la economía de la sociedad global compiten ciudades, capital y trabajo. Las ciudades región compiten para atraer la inversión necesaria para la materialización del propósito. La remuneración al capital excede en condiciones normales la tasa de crecimiento, como ha sostenido Thomas Picketty, para compensar los riesgos que asume, pero también es cierto que durante fases de aumento importante en el ingreso la remuneración al trabajo puede subir más rápido que la tasa de rendimiento del capital. Para tener crecimiento rápido sostenido hasta calificar como desarrollado, un país debe ordenar las ciudades, comunidades donde comparte la vida cotidiana una población delimitada.
La tarea debe partir del inventario de espacio ocupado con los usos correspondientes, y simular cómo hacer la transición hasta convertirlo en el lugar donde se materializa la visión compartida de empresarios, sector público y sociedad civil del ámbito de la ciudad y su región circundante. Es natural que haya errores en esa visión colectiva, por lo cual es preciso incorporar en el proyecto el procedimiento anual de revisión necesario para ajustar las tareas a los cambios del mundo y el país.
Parte integral de la tarea es impulsar la sostenibilidad social y ambiental de la estrategia: pretender el máximo de ingreso sin restricciones es equivocado, porque el propósito de máximo bienestar no coincide en su manifestación concreta con el de máximo ingreso, y porque no hacer las cosas bien fija límites bajos al desarrollo, que es resultado mental con consecuencias materiales.
Los países tienen propósito integrador. Deben proveer marcos normativos mediante leyes y hacerlos cumplir mediante sentencias. Es preferible que sean unitarios si no hay grandes diferencias en consensos éticos que requieran penas más gravosas que las generales en algunos sitios.
Conviene que su tamaño sea relevante para tener alguna autonomía en la sociedad globalizada. Así las cosas, no hay razón para que los países bolivarianos no se unan, para que la economía sea más diversa, ofrezca más movilidad al trabajo, genere mayor oportunidad para proveer infraestructura importante y para aprovechar el conocimiento, y sean más eficientes las tareas fiscales y monetarias. Los países deben agregar valor a las ciudades región; sin embargo, en algunos casos, entre ellos varios de Latinoamérica, incluida Colombia, el aporte no está claro.