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La humanidad debe enfrentar riesgos descomunales, por armas de destrucción total, perturbación del medio ambiente, manipulación con propósitos económicos y alimentación de ideologías confrontativas. Además es preciso reducir desigualdades sin demérito para ningún grupo, y hacer los ajustes indispensables para la sustitución de trabajo por capital por desarrollos de tecnologías que amenazan la capacidad de generar ingresos laborales para muchas personas. Por otra parte, la vida se extiende más rápido que su fase laboral, lo cual solo se puede conciliar mediante productividades crecientes y participación de la tercera y cuarta edad en el capital como producto de ahorros permanentes. Todos estos asuntos son de alcance global, pero cada comunidad debe acometer la batalla que le corresponde con los recursos de los que dispone. El arma más importante es la educación, o proceso de aprender a aprender, que comienza con la gestación y termina con la muerte. Su acertada gestión será decisiva para lograr buenos resultados en las grandes transformaciones que se avecinan.
Los cambios rápidos del mundo persistirán, por lo cual las comunidades deben adecuar su sistema educativo en forma constante. Latinoamérica tiene deficiente educación según las pruebas internacionales. Debe mejorarla para tener futuro promisorio. La población objetivo debe comprender el rango entre 1 año, pues el grueso del aprendizaje se logra en los primeros 7, y los 70, límite prudente para la vida laboral. La tarea exige compromiso de educandos, padres de menores, docentes, administradores de procesos, diseñadores de currículos y proveedores de tecnología. Las organizaciones sindicales de docentes deben ser facilitadores, y las universidades aportar formación de docentes y educación continua para toda la población. Las decisiones no deben basarse en la relación entre gobiernos centrales y sindicatos; por el contrario, las determinaciones deben concretarse lo más cerca posible del ámbito donde ocurre el resultado pertinente.
En el núcleo del proceso debe estar el docente, cuya evaluación debe atarse al desempeño de sus alumnos. Su formación profesional debe ajustarse a las necesidades de la tarea, y debe acceder a capacitación permanente, pues el conocimiento y sus herramientas de transmisión están en permanente evolución. Necesitará respaldo de programas educativos a distancia. Las instituciones deben tener buena administración, con junta directiva, rector idóneo y provisión de servicios especializados para apoyar, vigilar y someter a revisión los procesos. Los Ministerios deben descentralizar su gestión y construir canales eficaces de comunicación con los docentes, pero el papel prevalente debe corresponder a cada institución.
Los gobiernos centrales deben proveer lineamientos para las definiciones curriculares, pero siempre debe haber elementos propios de cada comunidad y región para responder a requerimientos sociales y económicos. Debe haber evaluación sistemática de avance con apoyo en muestras y al terminar la educación media se debe examinar a toda la población para facilitar decisiones vocacionales acertadas. En el caso de Colombia, expertos nacionales como M. Wasserman, F. Barrera, E. Vélez y L.A. Sánchez podrían ayudar desde ángulos diversos a G. Petro y su equipo desde para mejorar la educación, pero la tarea, necesaria para convivir en forma armónica, en últimas es de todos.