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Analistas 27/07/2024

El orden del mundo

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Hay 8.000 millones de humanos, cinco veces el número que había al comenzar la Primera Guerra Mundial. El analfabetismo, entonces prevalente en casi todo el mundo, casi ha desaparecido. La tecnología ha facilitado el comercio y la comunicación en forma inimaginable hace 250 años, cuando comenzó la revolución industrial. La expectativa de vida se ha doblado en un siglo. Las exigencias en energía para alimentación, transporte y procesamiento industrial son enormes comparadas con todo lo anterior. Sin embargo, no se valora en forma apropiada la necesidad de estrechar más los vínculos entre los miembros de la especie, para aprovechar oportunidades y mitigar riesgos. El ordenamiento institucional aún se fundamenta en la presunción de soberanía, linderos con restricciones ineficientes, y retórica inadecuada para las posibilidades y restricciones existentes.

Tras las guerras mundiales EE.UU. quedó de potencia hegemónica. Europa Occidental y Japón se reconstruyeron de manera asombrosa en un cuarto de siglo. Luego comenzó la epopeya del desarrollo chino, aún inconclusa, y hace tres décadas se liberalizó la economía de India, lo que impulsó crecimiento económico sostenido pese a lastres por la persistencia de castas sociales y pugnas entre la religión hindú, mayoritaria, e islámica, minoritaria.

Se desperdician muchos recursos en la producción y distribución de bienes y servicios; el mayor obstáculo al crecimiento sostenido, sobre todo en los países pobres es la idea de que el beneficio de un país requiere el detrimento de otro. Cambiar esa actitud, contraria a la eficiente asignación de recursos y la sostenibilidad ambiental, económica y social, exige revisión a fondo.

EE.UU. sigue siendo la mayor economía nacional, pero China e India, con cuatro veces su población, y perspectivas de continuar avances, responden a creencias diferentes de las que alimentan a Occidente, a quien corresponde, si de verdad confía en las virtudes de sus instituciones, demostrarlas. La democracia liberal enfrenta cuestionamientos en casi todas partes. Usar el conocimiento construido para impulsar procesos de desarrollo social y económico en las regiones pobres del planeta sería fuente de beneficios muy importantes para el capital y las finanzas públicas, más allá del margen específico de cada transacción.

El propósito de la libre determinación debe respetarse, pero también debe promoverse con convicción la revisión de la incidencia de cada decisión de cualquier persona en todos los demás humanos, presentes y futuros: esta práctica debe ser base de toda educación. La combinación de respeto y solidaridad es buen conjunto de valores para cimentar instituciones que permitan beneficio universal y consolidación de valores locales o regionales.

De especial interés es construir instituciones públicas coercitivas de carácter global para abordar problemas ambientales y prevenir posibles abusos del capital internacional. Los riesgos derivados del ordenamiento actual, incluido el uso de armas de destrucción total, son justificación suficiente para algo diferente. El proceso educativo, centrado en aprender a buscar, entender, sintetizar, ejecutar y revisar durante toda la vida, debe conjugar consideraciones globales y realidades locales. El compromiso con el esfuerzo para sobrevivir corresponde a todos. La dimensión de los retos que enfrenta la humanidad no tiene precedente.

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