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El ejercicio de las profesiones liberales exige compromiso con la ética, o examen de las reglas de conducta acertadas en cada circunstancia. Esta exigencia implica especificar propósito y aplicar métodos reconocidos o especificar el fundamento que legitima el uso de métodos nuevos.
El método es diferente según la actividad pero hay valores comunes: respeto por los demás y aceptación de la solidaridad necesaria para la convivencia. En la práctica, cada profesión tiene diferentes situaciones. Caben ejemplos:
Los calculistas de estructuras civiles no deben limitarse a cumplir la norma general, pues cabe incertidumbre por variaciones en los suelos: debe siempre haber un margen, así ello signifique menos área aprovechable desde la perspectiva comercial, por mayor número de columnas, mayor dimensión de columnas o ambos.
De igual forma, los abogados no deben limitar su propósito a ganar el proceso litigioso: el fin no puede justificar lo indebido.
Los médicos no deben proponer intervenciones quirúrgicas que pueden significar ingreso adicional, si no tienen razonable certeza de que el resultado esperado las justifica.
Los contadores deben registrar las transacciones como ocurren, así haya ingeniosos mecanismos para la distorsión, y los auditores externos deben preservar su independencia para asegurar que los estados financieros reflejen la posición financiera de la entidad respectiva.
Los arquitectos deben incorporar consideraciones de calidad de vida en las viviendas diseñadas según el perfil de los probables compradores, y asegurar la viabilidad del producto mediante verificación por ingenieros.
Los diseñadores industriales deben tener en cuenta la sostenibilidad económica, social y ambiental de los productos y servicios a proponer.
Los administradores deben incorporar la perspectiva comercial, operacional, gerencial y financiera en los planes de negocios de las empresas y los riesgos involucrados para todos.
Los docentes, piedra angular del futuro de la sociedad, deben impulsar la búsqueda de caminos para encontrar la verdad por sus educandos, con respeto por ellos y la institucionalidad establecida, sin perder el sentido crítico con respaldo riguroso.
Los periodistas deben consultar los puntos de vista de los distintos actores objeto de su divulgación para evitar parcialidad, con costo social.
Los científicos deben asegurar la calidad de los procesos mediante los cuales estudian la naturaleza y la sociedad y evitar que sus inclinaciones personales se traduzcan en distorsión al interpretar datos.
Los artistas deben anteponer el propósito estético al oportunismo comercial.
En la reflexión inciden antecedentes, prácticas sociales y valores prevalentes, y el perfil del profesional, que comprende edad, nivel socioeconómico, educación y preferencias diversas. La competencia entre profesionales es camino sano desde la perspectiva social, para evitar abusos en materia tarifaria y en productos y servicios contrarios al interés general.
La tarea de lo público es cimiento de la ética profesional: le corresponde impulsar valores consistentes con el cumplimiento del propósito. La tarea es de todos.