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El mundo ha optado por entregar a la iniciativa privada la gestión empresarial, tras el fracaso del modelo de propiedad pública de los medios de producción, ahogado por la burocracia y la consiguiente incapacidad para la innovación efectiva y la autocrítica institucional.
La responsabilidad es enorme. Para cumplir se requiere imaginación, con el fin de anticipar las necesidades y expectativas de los consumidores y visualizar la cadena de valor. Además, es necesario el despliegue de rigor para hacer modelos que permitan evaluar riesgos y comparar alternativas.
También es preciso comunicar con efectividad las estrategias a materializar, los procesos para lograr el éxito en el propósito, las definiciones de organización apropiadas para las tareas a acometer, los criterios de evaluación y las expectativas hacia adelante que puedan derivarse de la apropiada ejecución.
Las definiciones de estructura no pueden ser rígidas: se requiere productividad creciente en ambientes cada día más dinámicos, y lograrla exige flexibilidad. Las estructuras de mando deben contemplar vínculos interpersonales en múltiples dimensiones, porque las tareas específicas exigen coordinación entre diversas especialidades, que se deben articular en la respectiva cadena de valor, pero también se deben sujetar a las pautas propias de cada función: mercadeo y comercialización, logística, producción, investigación y desarrollo, apoyo en desarrollo humano, información y gestión financiera.
Las herramientas de control y las reglas de gobierno corporativo son elementos importantes en la competitividad de la empresa. El objetivo último es agregar valor a los accionistas. Para asegurar la viabilidad del negocio en marcha es necesario atender las reciprocidades que correspondan a los clientes, proveedores, colaboradores y acreedores, de una parte, y cumplir en los deberes con el Estado y la comunidad en general. Los riesgos que debe mitigar una gestión acertada no solo son económicos, sino también sociales y ambientales.
Las expectativas de los consumidores evolucionan con la tecnología; su atención conlleva crecientes barreras de entrada a los mercados, asociadas con el conocimiento. Esto significa que la competencia en muchos capítulos es cada vez más imperfecta. Surgen tentaciones de abuso con la información y con las oportunidades que se derivan de las debilidades de la institucionalidad pública.
El capital fluye entre países con libertad. Los bienes y servicios tienen, en general, cada día menos restricciones en el ámbito internacional. En contraste, lo público, una de cuyas tareas es proteger el interés general en las comunidades que cobija, está organizado con base en antecedentes inapropiados para las realidades del mundo integrado.
Así las cosas, solo un conjunto sólido de valores, cimentado en un sistema educativo adecuado en ética y contenido, permite evitar fracturas y crisis: las empresas deben cultivar normas de conducta consistentes con el propósito de convivencia pacífica, fundada en el mutuo respeto.
Para este efecto, preocupan los procesos públicos de la educación básica y media en Colombia, agobiados por el marco de relación entre docentes, contratantes y destinatarios del servicio; son deficientes según las pruebas internacionales, y no vinculan de manera efectiva a los padres de familia, también actores y beneficiarios de la tarea pedagógica.