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Analistas 19/03/2022

Guerra y economía

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La invasión rusa a Ucrania ha puesto de nuevo la guerra sobre el tapete en Occidente. A diferencia de los conflictos étnicos que impulsó la fractura de Yugoslavia, la circunstancia actual tiene importancia más allá de las fronteras del invadido: se acentúan las diferencias entre el invasor, quien tiene más de 6.000 misiles, y Europa Occidental, cuya alianza se canaliza desde la guerra fría a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), liderada por EE.UU. La economía de Ucrania es modesta, concentrada en productos primarios, agrícolas y minerales. Su sistema político ha sido perturbado por interferencia rusa desde 1991, cuando colapsó la Unión Soviética. En 2001 se comprometió, al igual que Belarus, a no ingresar a Otan, por el tratado de Minsk, al cual renunció en 2014 a raíz de diferencias con Rusia que desembocaron en la invasión de Crimea, cedida en su momento a Ucrania por el dictador soviético N. Krushev, (1953-1964).

El mundo está en ascuas. Los rusos han invadido hasta una zona cerca de la frontera con Polonia. China parece inclinarse hacia el apoyo a Rusia, como estrategia para confrontar a Occidente. El temor de guerra nuclear se ha revivido: Rusia tiene más de 6.000 misiles nucleares. Otan ha entregado misiles a Ucrania. Los países occidentales han aprobado sanciones económicas drásticas a Rusia, con la esperanza de doblegarla al suspender comercio y relaciones financieras. El asunto es asimétrico: mientras Ucrania es país de tamaño medio, con 1,2 millones de kilómetros cuadrados y poco más de 40 millones de habitantes, con importante participación de población rusa en la zona oriental.

Su ingreso per cápita es el más bajo de Europa, y la corrupción ha sido una constante desde el desmembramiento de la Urss. Rusia, en contraste, ocupa 17 millones de kilómetros cuadrados, su población es cercana a 150 millones y su ingreso per cápita es medio alto. Ucrania es un sistema político frágil desde todo punto de vista, en tanto que Rusia podría funcionar en cierta medida como economía cerrada, actividad bélica como propósito principal. Hace nueve décadas O. Lange demostró que desde la perspectiva matemática la planificación central y la economía de mercado pueden funcionar con resultados similares, bajo la premisa de que la gestión es de calidad equivalente en una u otra alternativa; la economía de guerra, cerrada, con planificación central y escasas oportunidades de consumo superfluo, puede funcionar en Rusia, cuya ciencia tiene mucho más potencial que el evidenciado en su tecnología. EE.UU. creció en forma sorprendente durante la segunda guerra mundial con planificación central. Las sanciones podrían, pues, inducir mejoras en la gestión, incluso para beneficio transitorio de la economía rusa. Además, el régimen autoritario ruso tendría apoyo de China.

La historia registra estrechos vínculos entre Rusia y Ucrania desde el siglo noveno, cuando líderes escandinavos organizaron desde Nóvgorod y Kiev a la población eslava del oriente de Europa y pusieron bases para la formación del Estado ruso. Ello no justifica la invasión, reprochable desde todo punto de vista, pero la reflexión rigurosa lleva a concluir que el mundo no está ordenado para las tareas que la humanidad enfrenta hoy. Más allá de la necesaria solución diplomática, esta guerra absurda puede motivar a Occidente a pensar con más amplitud y menos mezquindad.

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