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El mundo es incierto, pero los humanos lo olvidamos con facilidad. Así, tras la crisis financiera del sudeste asiático en 1997-1998, la banca de EE.UU. desestimó la importancia de seguir normas estrictas de conducta y aprovechó momentos de auge en la propiedad inmobiliaria para empaquetar títulos de deuda hipotecaria de calificación mediocre, en muchos casos deficiente, que vendió como instrumentos de deuda bajo riesgo. En 2008-2009 se hizo evidente que la mejor calificación no tenía fundamento; ella arrastró al sistema financiero internacional a una crisis de proporciones sin precedentes, que se logró sortear con la solución diseñada por Ben Bernanke, presidente del Banco de la Reserva Federal, y más tarde, con la gestión de Mario Draghi, presidente del banco de la Unión Europea.
La receta, denominada expansión cuantitativa, consistió en aumentar en forma ordenada la oferta monetaria para mantener la actividad económica y evitar una recesión más extensa. Funcionó, pero a expensas de los tomadores de instrumentos de tasa fija. Hasta ahora no ha sido posible llevar de nuevo la remuneración para estos instrumentos a niveles que ofrezcan remuneración real relevante. El presidente Trump ha rechazado los modestos aumentos en la tasa de intervención del banco central de su país, porque su sesgo en pro de los propietarios del capital lo inclina a favorecer el aumento del valor de las acciones, resultado de financiación barata con deuda. Además, su reforma tributaria generó aumento de la demanda agregada en el año en curso, a expensas de períodos futuros, pues aliviar la obligación fiscal de los ricos hace más compleja la situación financiera del gobierno federal.
El crecimiento puede ser muy modesto en 2019, pues el alivio ya no tendrá impacto contra el año precedente; en cambio, la mayor deuda requerirá más pago de intereses, con la consiguiente presión sobre la tesorería. La reducción en el crecimiento de EE.UU. puede ser muy dolorosa para la economía mundial. El estancamiento de la demanda agregada hará ineficaces las inversiones en curso durante 2018 para ampliar capacidad con el fin de atender más necesidades en 2019. Entre tanto, el capital deberá atender la deuda con la cual se financió la expansión, por lo cual no tendrá la misma flexibilidad para disponer del flujo de caja. La calidad de la cartera bancaria puede deteriorarse, con implicaciones nocivas para el sistema económico global. Además, si la demanda por derivados del petróleo cae como consecuencia de menor crecimiento, es posible incluso que el cartel de productores finalmente colapse, dado que el escenario actual es frágil, pues Arabia e Irán, dos de los principales productores, son incompatibles.
En ese escenario la economía nacional puede tener dificultades. No se puede pronosticar con precisión, pues ello requiere capacidad de computación y modelos que desbordan las posibilidades de este columnista, pero es preciso estar en alerta. El Gobierno debe revisar las estrategias en función de ventajas comparativas de ciudades región, los procesos en función de las estrategias, y la estructura en función de los procesos. Nuestro sector público es muy improductivo e inhibe el desempeño apropiado del resto de la economía. Con un Estado más racional se puede crecer aún en escenarios de precio de petróleo relativamente bajo. La revisión es urgente.