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El gobierno de Argentina impulsó la educación pública masiva desde mediados del siglo 19. Inversionistas europeos impulsaron los ferrocarriles. La inmigración promovió la construcción de cultura urbana. Se desarrolló la agricultura de gramíneas y hubo avances en industria. El país fue paraíso en Latinoamérica. El despegue comenzó a hacer agua con el acceso al poder de J.D. Perón en 1946 y el entronizamiento de políticas populistas, apoyadas en subsidios para conquistar el favor de los votantes. El gobierno radical de A. Frondizi intentó enderezar el camino mediante el impulso al crecimiento, y solo consiguió impopularidad. Tras los gobiernos militares llegó de nuevo Perón al poder, repitió la dosis de otrora y dejó como heredera política a su viuda, quien continuó el esquema populista. El acceso del radical R. Alfonsín en 1983 no cambió las cosas, el desorden desembocó en hiperinflación y el gobierno terminó antes de lo previsto. Lo sucedió el peronismo, en cabeza de C. Menem, quien entregó los asuntos económicos a D. Cavallo.
El plan de choque establecido, con foco en economía de mercado y aumento de productividad, ordenó las cosas, aunque el déficit fiscal se mantuvo en niveles inaceptables. Bajo F. De la Rúa regresó el caos y Cavallo intentó poner orden de nuevo, pero la crisis de confianza en el sistema financiero y la renuencia a permitir la libre fluctuación del peso argentino para desempantanar la economía desembocaron en la caída del presidente. Tras un par de años de transición siguieron los Kirchner, peronistas extremos, con especial inclinación a los subsidios y a gravar las exportaciones, lo cual tuvo resultados catastróficos, que el radical M. Macri no pudo corregir en su gobierno. El regreso del Kirchnerismo incrementó el alcance de subsidios y el desorden resultó de nuevo en hiperinflación.
El triunfo electoral de J. Milei en 2023 fue sorprendente, pues derrotó en primera instancia a la oposición radical y en la segunda vuelta al peronismo, con discurso libertario que incluía prescindir del banco central y recortes radicales en recursos para educación pública. Sin embargo, las medidas establecidas hasta ahora lucen acertadas. Es necesario recortar el gasto público para reducir la deuda pública y derrotar la tendencia al alza de los precios al consumidor, y en eso se ha enfocado. Además, se ha propuesto revitalizar las exportaciones con la supresión de los absurdos impuestos y la devaluación del peso, y tiene equipo económico con buenas calificaciones técnicas, lo cual se anticipaba porque, a pesar de su marcado sesgo ideológico, tiene competencia profesional sobresaliente, con doctorado en economía y trayectoria como docente universitario.
El desenlace aún no es claro. Hay muchas medidas aún en curso, y el futuro depende también de elementos relevantes externos al gobierno: los precios de los granos y el clima, el desenvolvimiento de la economía internacional en general y la capacidad del sistema político para ajustarse a un modelo diferente, con adecuada distribución de autoridad y responsabilidad. De otra parte, es muy difícil desmontar subsidios sin conflictos. Lo cierto es que con el populismo, la proporción de población bajo la línea de pobreza pasó de menos de 10% a más de 50%, pese al ingreso por habitante el doble del de Colombia en dólares corrientes. Esa es la consecuencia del desorden.