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El mundo es desigual en lo económico, fracturado en lo político, sin controles adecuados para el abuso, y vulnerable en lo ambiental. Abordar estos asuntos permite aprovechar posibilidades enormes, pero requerirá el compromiso de toda la humanidad.
El crecimiento económico desde el comienzo de la revolución industrial ha sido sostenido pero concentrado en Occidente, hoy en crisis estética y sin propósito: barreras culturales y políticas impiden valorar oportunidades para aprovechar el potencial de su población en el resto del mundo, para beneficio de todos.
En décadas recientes China se transformó bajo régimen restrictivo; ahora lo hace India, todavía pobre y con tradición de castas. Otros países en Asia crecen, sobre todo aquellos cuyas élites tienen mentalidad abierta. Quizás toda puede aumentar ingreso en forma sostenida por un tiempo. África es aún muy pobre; algunos países han crecido rápido en años recientes pero falta mucho para desenlace aceptable; las instituciones inadecuadas y las fronteras, legado de la colonización occidental, no facilitan la tarea. El desempeño de Latinoamérica ha sido mediocre en las últimas décadas. En casi todos los países de la región falta apertura al mundo y los sistema políticos son deficientes. Se comparten valores con Occidente pero no hay el ordenamiento necesario para despegar.
El problema ambiental está vinculado con el crecimiento poblacional y el uso excesivo de combustibles fósiles. Obligará a rediseñar las ciudades y las prácticas de convivencia: la sustitución en transporte y generación no será suficiente para mitigar el calentamiento del planeta por mucho tiempo.
La evolución tecnológica impulsa la concentración del ingreso; socava la condición de la clase media profesional del planeta. El conocimiento mal administrado facilita el abuso de quienes procesan información, producen fármacos con apoyo en patentes, administran el ahorro, o venden armas y promueven los conflictos bélicos con riesgo catastrófico. Entre tanto, el mundo envejece; se requiere más productividad para sostener a la cuarta edad.
La premisa de soberanía nacional exige revisión: el mundo es variado pero se ha integrado para el flujo de bienes y servicios. Además las comunicaciones son intensas y en tiempo real. Hay que construir instituciones para abordar los asuntos globales, e integrar países para facilitar el libre flujo de bienes y servicios, con mayor eficiencia en uso de recursos escasos. Al tiempo, se debe promover la autonomía local y regional para cultivar oportunidades con eficacia y construir esquemas sólidos de convivencia.
La realidad perceptible obliga a revisar muchas cosas. Es preciso convenir valores, ampliar objetivos, modificar la educación para cultivar talentos, promover sentido crítico y preservar idoneidad laboral, y ajustar las instituciones para construir reglas, juzgar conductas y mitigar riesgos con acierto. Eliminar la pobreza en el planeta sin desmejorar la circunstancia de persona alguna sería una primera gran tarea para aprender a vivir como se debería, como una espacie en compleja danza de competencia y cooperación con todas las demás. Aumentar el ingreso es necesario, pero maximizarlo no debe ser criterio determinante para las políticas públicas. El sentido de la vida se construye con respeto y solidaridad como valores centrales.
La humanidad debe encontrar caminos para abordar los nuevos retos. El tiempo es oro.