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Por cuenta de las acciones del desquiciado Vladímir Putin que ya completan seis semanas, el nombre de Volodímir Zelenski, aparece a diario en los medios de comunicación de todo el planeta, como símbolo de liderazgo, resiliencia y arrojo. Pero no voy a redundar en las cualidades del actual presidente de Ucrania sino a recordar las de su tocayo y paisano, Volodimir I, que vivió hace un milenio y ostentó el título de Gran Príncipe de Kiev desde el año 980 hasta su muerte en 1015.
Hijo de Sviatoslav I, el príncipe creció bajo los preceptos del paganismo, que aprovecho para agrandar su imperio combinando la merced de acoger en su generosa religión a diversas deidades adoradas en otras tribus, con la fuerza de sus ejércitos. Es decir, zanahoria y garrote como estrategia de conquista y unificación de la Rus de Kiev. Estas maniobras, inicialmente exitosas, perdieron eficacia a raíz de la introducción del cristianismo en el vecindario y por tal razón, el soberano de la futura Ucrania, luego de reconocer el riesgo de desintegración de su señorío por motivos religiosos, se dio a la tarea de identificar el credo más conveniente para garantizar la continuidad de su heredad. Después de caer subyugado por el esplendor de los rituales del cristianismo ortodoxo, lo adoptó como la nueva religión de sus territorios y por supuesto, como la suya propia, que profesó hasta el final de sus días.
Los últimos dos años nos han enseñado cómo las circunstancias que vivimos pueden cambiar de manera radical en un abrir y cerrar de ojos. Los avances tecnológicos, la pandemia o la evolución del mundo del trabajo así lo demuestran e indican que la adaptabilidad y la flexibilidad de Volodimir I de Kiev, son atributos indispensables para el futuro de las organizaciones en un entorno donde la fidelización del talento se convierte en su principal desafío.
El Institute for Corporate Productivity (i4cp) publicó recientemente el estudio Flexibility or Flight, en el que se abordan las complejidades del mundo productivo de hoy, desde la óptica del regreso a los locales tradicionales, la interacción de las personas, el arraigo de la cultura corporativa, la gestión de equipos en entornos no presenciales y la necesidad de minimizar el desgaste profesional o burnout. Los hallazgos del estudio revelan, en primer lugar, que el alto desempeño en ambientes híbridos puede verse afectado cuando se implementan políticas de asistencia demasiado rígidas. En segundo término, que los empleados cuya presencia física es esencial en el sitio de trabajo también requieren de especial denuedo para acomodar sus jornadas. Tercero, que para el éxito de los nuevos esquemas de ocupación es imprescindible la planeación y el esfuerzo enfocado en la gestión del talento incluyendo la selección, el desarrollo, la promoción y la conexión de la fuerza laboral y, finalmente, que el decreto de un directivo no es motivo suficiente para regresar a las oficinas.
Así como Volodímir entendió que la flexibilidad y la capacidad adaptativa serían trascendentales para conseguir su cometido de convertir una colección de pueblos eslavos en un imperio unificado, resulta aconsejable que los líderes empresariales adopten esas capacidades en beneficio de la gente, de la productividad y de la sostenibilidad de sus organizaciones.