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La brecha de género sigue siendo una constante en el mercado laboral. Aunque se ha promovido inclusión y diversidad, en Latinoamérica las mujeres ocupan menos de 10% de los cargos ejecutivos y gerenciales, sumado a que solo 20% de las compañías cuenta con al menos una de ellas en su junta directiva. En términos de empleos de primer nivel, únicamente 7% de las jefaturas son lideradas por mujeres.
La equidad de género es un asunto vital para la sostenibilidad de las organizaciones y tiene que abordarse, no por el hecho de alcanzarla para cumplir cuotas, sino porque es fundamental empoderar a las mujeres dentro de nuestras organizaciones, dado su rol indispensable en el mundo laboral; desafortunadamente, con frecuencia se ven enfrentadas a diversas barreras que dificultan su ingreso, permanencia y ascenso en las organizaciones.
En la actualidad se ha hablado mucho del “techo de cristal”, el cual se refiere a la barrera invisible a la que se exponen las mujeres altamente calificadas, que les impide alcanzar los niveles jerárquicos más altos independientemente de sus méritos o logros laborales. Para romperlo, es necesario fomentar la preparación, generar oportunidades, contar con procesos transparentes y equitativos en reclutamiento y selección y estimular iniciativas que fomenten la igualdad de género.
Las compañías con mayor diversidad en sus equipos tienden a obtener mejores resultados: un estudio realizado por la Organización Internacional del Trabajo en empresas de diferentes tamaños, localizadas en varias regiones del mundo, evidenció que estas compañías no solo aumentaron sus beneficios al contar con mujeres en cargos directivos y de responsabilidad, sino que también presentaron una mayor atracción y retención del talento, así como mejoras en creatividad, innovación y apertura. Un estudio llevado a cabo por el Cesa, demostró que las empresas familiares que tienen mujeres como miembros independientes al interior de las juntas directivas, presentan desempeños económicos superiores a la media de las compañías.
Las empresas deben gestionar su talento con igualdad, considerando aptitudes, capacidades y habilidades, respetando los momentos de vida de cada persona, independientemente de su género, ofreciendo herramientas para conservar el talento en sus filas, reconociéndolo con desarrollo y crecimiento laboral y económico.
Lo anterior implica un cambio cultural y quizás generacional y requiere de una transformación, desde la academia y desde la empresa, que abra las puertas para que las mujeres puedan “apropiarse” de profesiones que tradicionalmente se consideraron exclusivas para hombres. Una evolución que resulta esencial para entender mejor y abordar de manera apropiada esta brecha donde las empresas, sin duda, tienen un rol fundamental asegurándose de adoptar la diversidad en todas sus formas y procurando un equilibrio en todos los espacios y en todas las industrias.
Las compañías que no promuevan de manera activa y abierta entornos que permitan que el talento femenino tenga posibilidades claras de progreso corren el riesgo de que mujeres muy calificadas se vayan a otras compañías. Las directivas más brillantes buscarán entornos abiertos y diversos en donde se alcanzan las posiciones de liderazgo en función de méritos, no del género.
Colombia podría perfilarse como líder en transformación de tendencias de género en la región fomentando equidad y flexibilidad laboral, promoviendo buenas prácticas empresariales referentes a gestión de talento e impulsando el liderazgo femenino en cargos de primer nivel. Esto se traduciría en igualdad de oportunidades e inclusión, así como en nuevas realidades de mercado para la mujer colombiana. La igualdad constituye de por sí un objetivo de desarrollo, como lo demuestra la posición que ocupa entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible promulgados por las Naciones Unidas.