MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
El 10 de marzo del 2000, el índice tecnológico Nasdaq alcanzó su valor máximo, registrando 5.132 puntos, un crecimiento que representó aproximadamente 13 veces su valor en enero de 1990. Este fenómeno fue resultado de las altas expectativas que los inversionistas depositaron en el futuro de las empresas en línea, conocidas como “.com”. Se esperaba que internet revolucionara rápidamente todos los aspectos de la sociedad y los negocios. De hecho, algunas empresas obtuvieron valoraciones multimillonarias, incluso antes de ser rentables.
Sin embargo, solo unos meses después, se inició un período de “desilusión tecnológica” entre los inversores, precipitado por la quiebra temprana de algunas de las estrellas emergentes del negocio “.com”. Quizás el caso más emblemático fue el de pets.com, una empresa dedicada a la venta en línea de suministros para mascotas. En febrero de 2000, fue valorada en más de US$80 millones en su oferta pública inicial, y sorprendentemente, en noviembre del mismo año se declaró en quiebra.
La pérdida de confianza y la “desilusión tecnológica” entre los inversores sobre el futuro prometido del internet se reflejó en el valor del Nasdaq, que en octubre de 2002 cayó a 1.114 puntos, aproximadamente una quinta parte de su valor máximo. Este evento marcó lo que en su momento se denominó la crisis de la “burbuja .com”.
Muchos años antes, en la década de 1970, el futurólogo norteamericano Roy Amara había articulado una observación sobre las dinámicas de adopción de la tecnología. Su declaración, conocida desde entonces como la “Ley de Amara”, se constituyó en una guía para entender las expectativas y la realidad en la implementación tecnológica: “Tendemos a sobreestimar el efecto de una tecnología en el corto plazo y a subestimar su impacto en el largo plazo”.
Esta ley ofrece una valiosa perspectiva sobre cómo las expectativas humanas y la realidad a menudo chocan en el proceso de adopción de nuevas tecnologías. Una desilusión tecnológica puede ocurrir cuando las expectativas iniciales son demasiado altas y no se materializan inmediatamente. Sin embargo, a largo plazo, el impacto de la tecnología puede ser profundo y transformador.
La “burbuja .com” es un fiel reflejo de la Ley de Amara. El pico de expectativas excesivas desembocó en una desilusión tecnológica, pero con el paso del tiempo, el impacto de internet resultó ser profundamente transformador.
La Ley de Amara también se aplica a la adopción de proyectos tecnológicos en las empresas. Para evitar la desilusión tecnológica, es esencial considerar tres aspectos: (i) ir más allá de la publicidad y el entusiasmo inicial, ponderando adecuadamente las expectativas sobre el impacto de la tecnología en el negocio; (ii) el compromiso con el aprendizaje y la adaptación a largo plazo; y (iii) la inclusión de los usuarios finales desde el inicio del proyecto, garantizando que se cumplan sus expectativas de usabilidad y desempeño.
La Ley de Amara nos recuerda que la adopción de nuevas tecnologías es un proceso continuo, no un evento puntual. Aunque puede haber desilusiones en el camino, la persistencia y la adaptación pueden dar lugar a transformaciones profundas y valiosas a largo plazo.