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La supremacía tecnológica de las naciones ha sido históricamente el cimiento de la influencia geopolítica, el poder militar y el dominio económico. Un ejemplo de esto fue la carrera espacial en el periodo de la Guerra Fría, iniciada en 1957 con el lanzamiento por la Urss del Sputnik 1, el primer satélite en orbitar la Tierra. EE.UU. y la Urss se enfrentaron tecnológicamente no solo para lograr objetivos militares específicos, tales como controlar la órbita espacial y desarrollar misiles balísticos intercontinentales, sino también para a partir de su dominancia tecnológica acelerar su desarrollo económico y cimentar su influencia política en el mundo.
La caída del Muro de Berlín en 1989 pareció señalar el fin de estas luchas por el control tecnológico; sin embargo, esta calma fue efímera, la reanimación de las ambiciones imperiales de Rusia y el ascenso de China en el siglo actual ha dado inicio a nuevas competencias por la supremacía tecnológica. Hoy presenciamos una renovada lucha por el dominio del espacio que involucra a Estados Unidos, Rusia y China, así como una intensa rivalidad por la supremacía en inteligencia artificial (IA), principalmente entre Estados Unidos, China y la Unión Europea.
La pugna global por el liderazgo en IA se libra en cuatro frentes, cada uno con sus desafíos y estrategias en juego:
1. Dominio de los semiconductores (chips): EE.UU. y sus aliados han desplegado políticas de restricción del flujo de tecnología esencial hacia China, y han promulgado políticas de incentivos para la relocalización de la fabricación de chips a EE.UU. y países amigos. Adicionalmente, la lucha por los semiconductores pasa por mantener la independencia de Taiwán y su afinidad política con Occidente, pues en Taiwán tiene sede Tsmc, el gigante global en la manufactura de los semiconductores.
Estas medidas pretenden salvaguardar el liderazgo tecnológico de Occidente, aunque, paradójicamente, podrían estimular la autonomía y la innovación independiente en China.
2. Control del suministro de minerales: China lleva la delantera en la producción de tierras raras, minerales cruciales para la producción de semiconductores. Su estrategia se centra no solo en la explotación minera en su propio territorio sino también en el fortalecimiento de relaciones con naciones ricas en estos recursos para asegurar el suministro de largo plazo.
3. Desarrollo de aplicaciones en IA: Contrario a los esfuerzos de las carreras tecnológicas del pasado, tales como la carrera por la energía nuclear y la carrera espacial, que fueron liderados por entidades estatales, la IA florece en el terreno corporativo. Mientras EE.UU. sobresale en el desarrollo de soluciones comerciales de IA por parte de los gigantes tecnológicos, China destaca en la investigación académica, acaparando una porción significativa de las investigaciones publicadas, un indicativo de su compromiso y ambición en la materia.
4. Ciberseguridad: En una reminiscencia a la carrera nuclear, la capacidad defensiva en IA es vital, buscando la protección de infraestructuras que puedan afectar la seguridad nacional y la continuidad de negocio y operacional de las organizaciones civiles.
En suma, la competencia por la IA es una carrera que se libra en paralelo en cuatro frentes, donde cada movimiento es tan decisivo como complejo en sus repercusiones a largo plazo; esta será una carrera que dominará el escenario geopolítico de la presente y próxima década.