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Analistas 07/01/2025

Política industrial y energía

Hernán David Pérez
Asesor en transformación digital y productividad

Es simple: la más importante política industrial es una adecuada política energética que asegure el suministro confiable de combustibles fósiles y energía eléctrica a precios competitivos.

Mientras los combustibles fósiles son necesarios para los procesos industriales intensivos en transferencia de calor, tales como fundición, vidrio, cemento, entre otros, la energía eléctrica proporciona la fuerza motriz para el movimiento de la maquinaria industrial, y la confiabilidad en el suministro de ambos es factor relevante al momento de analizar proyectos de inversión industrial.
Tras el apagón de 1992, Colombia reformó su política energética, logrando la expansión de la red de gasoductos, el avance en la exploración de petróleo y gas, y un adecuado balance entre las diversas fuentes de generación de energía para asegurar la confiabilidad del suministro ante factores climáticos no controlables.

Sin embargo, el retraso en la ejecución de los proyectos de expansión de capacidad del sistema, especialmente por la dificultad en obtener la aprobación de las comunidades, y la menor exploración de combustibles fósiles por una errada política de transición energética, ha ido reduciendo progresivamente la disponibilidad de energía, y está presionando y seguirá presionando los precios al alza mientras no se realicen los correctivos para aumentar la oferta energética.

Para profundizar sobre la importancia de una adecuada política energética, podemos adentrarnos en la actual crisis del sector industrial alemán, la cual obedece a múltiples factores asociados a innovación, complejidad burocrática y alta dependencia del sector automovilístico, pero cuyo disparador principal ha sido la suma de los errores de varios años en la política energética:

Sacrificio de la soberanía energética: Alemania comprometió su soberanía energética y la hipotecó por el gas ruso más barato, confiando en que la modernización y espíritu pacifico de Rusia eran definitivos. Antes de la guerra en Ucrania, el 55% del suministro de gas dependía de Rusia, y el precio del gas natural ruso que Alemania importaba rondaba los 7 USD por millón de unidades térmicas británicas (BTU), este precio se cuadruplicó al inicio de la guerra, y hoy en día ronda los US$13.

La transición energética redujo la confiabilidad del sistema: a la dependencia del gas ruso, se sumó la política de cierre de plantas nucleares y la transición a energías renovables denominada Energiewende.

A principios de siglo el 30% de la energía era generada por plantas nucleares, cifra que se redujo a 18% para el 2011, año en el cual, ante el accidente de la planta de Fukushima se decidió cerrar las plantas nucleares, proceso que culminó en 2022, y que ante la rotura del gasoducto Nord Stream II, privó a Alemania de una fuente de energía soberana -no dependía de terceros países-, altamente confiable y a precios competitivos.

Para reflexionar y actuar: ¿Cederemos nuestra soberanía energética al país vecino?, ¿Vamos a insistir en ralentizar la exploración de combustibles fósiles?, ¿Mantendremos la legislación de consulta previa con las comunidades, que prioriza el interes individual sobre el bien común?
Sin un suministro energético confiable, no habrá industria, sacrificando empleos y desarrollo social.

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