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Si existían dudas acerca de quién será el próximo presidente de los Estados Unidos, la imagen de fortaleza de Donald Trump levantando su puño segundos después del atentado del sábado será el impulso definitivo para salir del empate técnico en las encuestas y llevarlo a ganar la presidencia de los EE.UU. Ante este favoritismo, surge una pregunta obligada: ¿Cuál es el futuro de las políticas comerciales de Estados Unidos y de la geopolítica global?
Para responder a esta pregunta, el pasado 10 de julio, antes del atentado a Trump, la Unidad de Inteligencia del Diario The Economist (EIU, por sus siglas en inglés) generó un índice denominado TRI: Trump Risk Index. Este índice evalúa el nivel de exposición de los principales socios comerciales de EE.UU. a una eventual y ahora prácticamente segura presidencia de Trump, considerando tres criterios: restricciones comerciales, seguridad e inmigración.
En cuanto a las restricciones comerciales, el estudio de la EIU destaca a México, China, Canadá y Vietnam como los países con mayor exposición, debido a la balanza comercial deficitaria para EE.UU. y al suministro de productos “políticamente sensibles” como el acero, el aluminio y los automóviles, los cuales probablemente estarán sujetos a la imposición de aranceles.
En mi opinión, aunque suene contraintuitivo, Biden ha sido más trumpista que cualquier otro en este aspecto. Durante su gobierno, ha ofrecido grandes estímulos para la relocalización de la manufactura de origen chino dentro de EE.UU. (reshoring) y en países amigos (nearshoring).
Aquí surge la mayor incertidumbre: ¿Seguirá Trump una política similar a la de Biden, buscando un balance entre el nearshoring y el reshoring, o se inclinará más hacia el reshoring? En este último caso, el impacto sobre México sería alto, y la ruta más expedita para las multilatinas sería establecer filiales directamente en territorio estadounidense.
En términos de seguridad, el estudio de la EIU resalta la política internacional más aislacionista de Trump y su demanda de que los países aumenten su gasto militar al menos a 2% del PIB, objetivo de gasto militar de la Otan. Considero que esta es una doble apuesta de Trump: por una parte, reducir el subsidio de seguridad a otros países y, por otro lado, fortalecer las ventas de la industria militar de EE.UU. Para sorpresa de muchos, el estudio destaca el mayor riesgo para varios países latinoamericanos, especialmente por la probable reducción de ayuda militar.
En cuanto a la inmigración, en el momento del atentado, Trump estaba presentando un gráfico donde evidenciaba que durante su presidencia se logró uno de los momentos con menor ingreso de migrantes a los EE.UU. El estudio de la EIU resalta un hecho evidente: la mayor restricción al ingreso de migrantes en un gobierno de Trump, lo cual representa un riesgo colateral para aquellas regiones de Latinoamérica con alta dependencia en sus economías de las remesas provenientes de EE.UU.
Adicionalmente, ante una tardanza en ajustar sus propias políticas migratorias, podríamos ver migrantes represados en algunos de nuestros países con las consecuentes implicaciones sociales y económicas.
Definitivamente, hay que prepararse para los cambios en las políticas de un eventual gobierno de Trump y su impacto en la economía global y local.