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Analistas 22/11/2023

Encaje jurídico y política deleznable

Ignacio-Iglesias

"Sabemos que nos mienten. Ellos saben que mienten. Ellos saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten. Y sin embargo, siguen mintiendo", Solzehnitsyn

Apenas hace unas horas y tras semanas de bronca política por lo que parecía que podría ser un acuerdo para la investidura del candidato socialista, cuestionado por una buena parte de la ciudadanía, tenemos otro gobierno de coalición progresista (así se autodenomina por sus miembros), por un periodo de cuatro años.

La cabeza de dicha coalición, el actual presidente Pedro Sánchez, ha renovado su confianza por el Congreso de los Diputados y estará al frente de un ejecutivo que, desde mi punto de vista, va a tener que sudar la gota gorda para llegar hasta el final de la legislatura porque va a ser prácticamente imposible que pueda cumplir tanto compromiso firmado con fuerzas políticas tan dispares como independentistas catalanes conservadores y de izquierda, nacionalistas e independentistas vascos, nacionalistas gallegos y canarios y una amalgama de grupos a su izquierda que acudieron en coalición a las elecciones. ¡Casi nada!

Todos los anteriores representan a más de 12,5 millones de electores, frente a los 11,5 millones que estarían en manos del resto de partidos conservadores y de extrema derecha. Desde este punto de vista y pese a declaraciones de ilegalidad, ilegitimidad, golpe de estado, ataque a la democracia y al Estado de Derecho… y demás palabras apocalípticas que se han ido oyendo en las últimas semanas, la verdad es que tenemos un gobierno legítimo, lo cual no es óbice para tacharlo de cuestionable, por no utilizar otro término más grueso.

Hay que recordar que nuestro sistema político no es presidencialista, sino que el presidente del gobierno es elegido por los congresistas y puede darse el caso, como ha sucedido en este caso, que el líder del partido más votado no tenga los apoyos necesarios para gobernar.

En artículos anteriores ya puse de manifiesto mi punto de vista sobre el hecho de que parte de las cesiones, que no negociaciones, que pedían los independentistas catalanes pasaban por otorgar la amnistía a un gran número de políticos y ciudadanos que participaron en el intento de proclamar la independencia “efímera” (duró menos de tres minutos), de Cataluña.

Al margen de que una amnistía pueda caber en nuestro ordenamiento jurídico y en nuestra Constitución, cosa que no discuto porque si se quiere buscar el encaje, se logra encontrar la forma: estoy seguro de ello; lo que me parece intolerable es la motivación y la finalidad por la que previsiblemente se aprobará la misma, pese a las innumerables ocasiones donde el electo presidente y su corte de palmeros (ministros y miembros de la ejecutiva del partido), la negaron por activa y por pasiva.

La motivación no fue otra que una expresión que pasará a los anales de nuestra historia política: “hacer de la necesidad, virtud”. Mientras que la finalidad, tampoco se queda atrás: “mejorar la convivencia y la concordia en Cataluña”, como si hubiera una relación causa-efecto más que evidente y garantizada, entre amnistía y buena convivencia (hago aquí un pequeño inciso porque suponiendo que así fuera, ¿cómo afectaría a la convivencia y a la concordia en el resto de España? Pequeño detalle sin importancia).

Hay que reconocer que ambas expresiones son impactantes y los argumentos esgrimidos son de peso, si fueran verdad, pero la realidad es que la única razón es que sin esa amnistía a la carta tarde y mal explicada, el señor Sánchez, no hubiera podido formar gobierno. Esta es la única y verdadera razón a la que posteriormente sumó otro argumento a medida que iba cerrando acuerdos con unos y otros, que era: “levantar un muro contra un gobierno con presencia de la extrema derecha”, que acabara con sus logros feministas, de igualdad, de ayuda a los menos favorecidos, de lucha contra la violencia de género o contra el cambio climático”, entre otros, que se habían logrado en la última legislatura.

Para el Presi & Friends, la amnistía dejo de ser un anatema ultra prohibido, a algo… necesario para una buena convivencia y, a todas luces, constitucional. Curioso volantazo.

Más que volantazo, lo calificaría de política deleznable.

Con todo y con eso, la amnistía era la condición necesaria para gobernar, pero ni mucho menos la suficiente y es aquí cuando entramos en la segunda derivada de lo que para mí es otro elemento de política deleznable: las cesiones, que no negociaciones, a manos llenas que han tenido que pactar con todo el resto de los miembros de su pandilla política.

Si bien es cierto que la palabra negociar se puede entender como un procedimiento en el que dos o más personas que tienen intereses comunes intentan llegar a un acuerdo sobre puntos en los que discrepan, cuando la balanza se desequilibra de tal manera que lo que se produce es una aceptación de todas y cada una de las peticiones de una de las partes porque de ella depende la consecución de un fin, en este caso gobernar, ya no se puede hablar de negociación, sino de cesión, por no decir rendición o claudicación. Eso es lo que se ha producido.

Sánchez necesitaba tantos apoyos para alcanzar la mayoría en el Parlamento que ha ido regalando y regalando a unos y otros, sabiendo, como bien sabe, que es absolutamente imposible cumplir con lo pactado.

Sin embargo, no es algo que le preocupe en absoluto. Ya ha demostrado en multitud de ocasiones que no tiene rubor ni pudor en cambiar de opinión (lo que la mayor parte de los mortales define como mentir) o en incumplir lo dicho y/o firmado, así que, llegado el momento sacará la muleta y buscará torear el problema; una vez más.

Ahora lo importante era firmar acuerdos y hacerse las fotos pertinentes que le dieran el bastón de mando cuatro años más. Lo que vaya a pasar en un futuro…, ya se intentará solucionar. Ya saben ustedes: cada día trae su afán.

El problema con el que no contaba y que no sé si aparece en su manual de resiliencia, es que en este caso, no sólo votantes y representantes del otro lado del espectro político se han echado a las calles a protestar, algo previsible y democráticamente defendible, sino que una parte importante de sus votantes, además de un gran número de asociaciones profesionales de la judicatura en todas sus instancias, funcionarios públicos, empresarios, sociedad civil e incluso algunas asociaciones de policía, creen absolutamente inmoral lo que ha tenido que hacer este señor para mantenerse en el poder.

La bajada de pantalones raya lo grotesco, pero ¡qué más da! Todo sea por tener una mayoría social y de progreso durante una temporada más. Lo que me temo es que esa temporada va a ser mucho más corta de lo que él piensa. Ya ni su sombra se fía de él y le van a estar esperando con la espada levantada. Veremos si una vez más su coraza narcisista le salva de tanto dislate.

Política deleznable. Indefendible incluso para muchos votantes de izquierda que nos sentimos más que engañados; con una agravante, me temo que será un tiempo donde sólo se gobernará para la mitad del país obviando ciertos consensos que son más que bienvenidos y necesarios.

Al que a mal árbol se arrima…., ya sabemos lo que le pasa.

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