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En esta semana, hace exactamente un año, se decretó el estado de alarma en muchos países del mundo ante lo que ya se estaba vaticinando que podía ser una pandemia de dimensiones y propagación mundial. En ese momento, no creo que nadie hubiera pensado lo que se nos venía encima. Tras ese tiempo las cifras de contagiados y fallecimientos son devastadoras y el impacto personal, familiar, social y económico incalculable; y todavía, no hemos pasado página y dudo que la pasemos en breve.
Este virus, como ya se ha destacado hasta la saciedad, ha cambiado nuestro modo de vida. De un día para otro nos han dado con un mazo en la cabeza y nos han obligado a reinventarnos de una u otra manera en nuestro quehacer diario: teletrabajo, conciliación familiar, educación a distancia, nuevas formas de consumo, restricciones a la movilidad. Afortunadamente el desarrollo tecnológico existente y la digitalización que iba formando parte de nuestros días han sido claves para que este tránsito se haya podido producir de una manera razonablemente “amigable”.
A diferencia de algunos, especialmente políticos charlatanes de feria que se les llena la boca de la expresión “recuperar la normalidad”, yo soy de la opinión que, aunque el virus pase y se controle la pandemia, muchas de las nuevas “costumbres” asumidas en estos meses van a formar parte de nuestro día a día, lo cual no me parece en absoluto algo negativo.
No estoy diciendo que vayamos a renunciar a lo que antes teníamos, sino que todas estas nuevas dinámicas cada vez mejor organizadas y asimiladas, complementarán a nuestro devenir de antaño. Se habla mucho de la flexibilidad laboral, del aumento de la compra online, de la reorganización de las relaciones familiares, pero en este caso me gustaría hablar de la nueva forma de consumir entretenimiento dentro de los hogares y en esto también la tecnología y la digitalización tiene mucho que decir y que ofrecer.
Aunque ha llevado tiempo, las personas han aceptado que se tiene que pagar por los contenidos de los que se disfruta en sus casas (y fuera), siempre que dichos contenidos sean de calidad. No fue fácil. Hace no muchos años nadie protestaba por pagar una entrada por ver un partido de fútbol en un estadio, pero se asumía que, si lo veías en tu casa, debería ser gratis. Esto ya es historia y tras diversos modelos de monetización: ppv, video on demand, suscripción mensual por contenidos limitados o ilimitados, el pago por disfrutar de buen contenido y cada vez más a la medida de los gustos por la cantidad ingente de información de la que se dispone, es ya un hecho.
Todavía hay mucha gente que está esperando que se pase página a esta pandemia y volver a disfrutar de lo que es un elemento clave en el consumo de entretenimiento: el socializar y compartir con amigos o con otras personas un sentimiento, un estado emocional, una experiencia. Estoy seguro de que llegará el momento y los cines volverán a llenarse, los conciertos de fans y los estadios de seguidores de sus equipos favoritos.
Sin embargo, lo magnífico de esta digitalización y tecnologización impuesta por las circunstancias es que puede haber soluciones que nos permitan disfrutar de lo maravilloso de los eventos en vivo sin salir de casa y sin perder un ápice de sus bondades. Además, con un elemento a favor que es la posibilidad para acceder a un mayor número de contenidos que nos apetecen y a los que sería imposible acudir “en directo” por indisponibilidad de muchos de ellos en nuestra ciudad, por otras obligaciones personales o profesionales que nos lo impedirían o incluso por temas económicos.
Ahora corresponde a las plataformas de streaming que están apareciendo como moscas, el invertir en desarrollos tecnológicos que eleven la calidad en la manera de ofrecer los eventos en vivo.
Hay que conseguir que el nivel de interacción con amigos y familiares con los que nos gustaría compartir ese momento y que no puede ser de manera “física”, sientan como si estuvieran en el estadio o en el concierto. De lo contrario, no pasará de ser una retransmisión “convencional” que no cumplirá con lo que aquí estamos intentando destacar.
Si queremos crear un nuevo canal de consumo de entretenimiento complementario al “live” la propuesta de valor no debe replicar lo que se ofrece en los eventos en directo al uso. Hay que pensar más en el consumidor/usuario de esos eventos y amoldar nuestro producto a sus exigencias aprovechando lo que sabemos de él, las ventajas de la nueva tecnología (el 5G será un elemento clave) y proponiendo nuevos elementos que nunca tendríamos en los eventos en vivo: plataformas inmersivas comercialmente que permitan comprar la camiseta de tu equipo o el disco del artista, comentar el último tema interpretado por tu grupo favorito mientras ves los comentarios al respecto que aparecen en sus redes sociales, acceso a contenido único y que es posible por las funcionalidades que te puede dar el formato/plataforma o incluso incorporar estadísticas y métricas mediante el uso de AI, la realidad aumentada y/o realidad virtual.
Si todo lo anterior es algo apreciado por el usuario, ni que decir tiene las nuevas posibilidades que se abren para las marcas patrocinadoras de dichos eventos, teniendo a su público objetivo disfrutando de una experiencia única.
Lo anterior, desde un punto de vista de valor agregado a dar a los usuarios, es algo indiscutible, pero también habrá que hacer un esfuerzo adicional desde el punto de vista de realización del evento. Es muy probable que sean necesarias producciones especiales, elección de recintos diferenciales específicos para este tipo de contenidos, pedir a los artistas que usen algún registro diferente porque así se lo demanda este nuevo “fan digital”. Estamos creando un nuevo formato; nada de versiones edulcoradas de lo que tenemos y que es, por otra parte, también algo maravilloso.
Está en las manos de esas plataformas el ser capaces de crear este nuevo modelo de entretenimiento 2.0. No como sustitutivo al que hemos disfrutado hasta ahora, sino como algo complementario y que va a ser demandado más pronto que tarde. Un nuevo negocio generado en la pandemia.
De las situaciones complicadas, la tradición japonesa habla de sacar nuevas oportunidades: aquí tenemos otra. Aprovechémosla. Es un caballo ganador y tenemos la tecnología adecuada para alcanzar la meta con éxito.
Hace unos días, hablando con un amigo me decía: “no es tanto ver un evento con tus amigos, como estar con tus amigos viendo un evento”.