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Analistas 08/05/2022

Miserabilidad política

Ignacio-Iglesias
La República Más

Hace unas semanas, en este mismo periódico, hablaba del cesarismo político como un defecto venenoso de muchos gobernantes que, engañados por creerse en posesión de la verdad siempre y, aclamados por una cohorte de palmeros paniaguados cuyo único objetivo es acrecentar su ya de por sí elevadísimo ego, podían ser uno de los principales peligros para preservar los sistemas democráticos parlamentarios, al intentar controlar directa o indirectamente todos los poderes del Estado, o al menos tener la tentación de hacerlo.

Cuando la tradición institucional y la cultura democrática de un país no está lo suficientemente consolidada y el entorno en el que ejercen su cesarismo es complejo, por motivos políticos, económicos, sanitarios, como es el que nos ocupa actualmente, e impacta negativamente en la vida de sus ciudadanos, hay más posibilidades de que triunfe. Con ese manto mesiánico con el que se creen elegidos, pretenden embaucar a los que ven en estos personajes la única solución a sus problemas.

Si lo anterior es grave, no lo es menos la miserabilidad de la gran mayoría de los que tienen puestos de responsabilidad política en los gobiernos nacionales, regionales y locales, o en las instituciones que deberían ser el contrapeso a los mencionados poderes ejecutivos. Cuando crees que ya has visto todo en su más que cuestionable manera de actuar y que no es posible que puedan ser más trapaceros, torpes e inconsistentes, por no decir inútiles, pues no: son capaces de superarse así mismos y subir otro escalón más en esa carrera sin fin cuyo único objetivo es creer que la ciudadanía es idiota y que no nos damos cuenta de su manera de comportarse.

Ante lo anterior, ¿cómo este grupo de iluminados va a interpretar que en una encuesta demoscópica publicada hoy en el periódico El País, aproximadamente la mitad de los españoles consideren que pueden gobernar mejor que sus representantes políticos actuales? Muchos de ellos tomarán a risa este dato, como tantas otras opiniones o respuestas que les podamos dar cuando alguien nos pregunta y no le prestarán ninguna atención. Otros, por el contrario, pondrán cara de preocupación cuando les pongan un micrófono delante y se olvidarán del tema un segundo después. En ambos casos, lo considerarán como algo anecdótico que ya mañana habrá sido devorado por lo que toque. Como dirían los gringos: next.

Les preocupa el auge de los movimientos populistas extremos, sectarios y anti diluvianos de uno u otro lado, pero no asumen que todos ellos aparecen y crecen por su acapacidad manifiesta y su falta de consistencia en la gestión de los problemas que nos afectan sin importarles nada lo que podamos opinar sus representados.
Se les llena la boca hablando de “cordones sanitarios”, una expresión usada en España para aislar a determinados grupos políticos cuya manera de pensar y de actuar está en el límite exterior de lo constitucionalmente aceptable, pero no aceptan que ellos son los mayores responsables de que esos términos tan rimbombantes formen parte de las tertulias radiofónicas y sociales día tras día y que sean un motivo muy grave de enfrentamiento entre la población.

Entre cortinas de humo, tacticismo en las decisiones que toman sin importarles no ya el medio y largo plazo, sino lo que pueda pasar en unas semanas (son el máximo exponente en aplicar a rajatabla el dicho: cada día tiene su afán), condicionar el apoyo a unas medidas a cambio de conseguir algo que no tiene nada que ver con lo hablado, decir hoy una cosa y mañana la contraria, sus pactos mezquinos ,… y así podríamos enumerar un sinfín de contrasentidos, ¿Cómo no es lícito pensar que cualquiera pueda tener la capacidad de ser presidente de un gobierno, ministro, alcalde, diputado, senador o cualquier otro cargo público de los que cada año van apareciendo, como si fueran setas otoñales?

Con una agravante si lo comparamos con el sector privado; en este, cuando demuestras repetidamente tu falta de destreza, cuando tus equivocaciones son reiteradas o mientes, sueles salir por la puerta. En el caso de la clase política, tienen una habilidad de supervivencia y capacidad de atornillarse a la silla tan desarrollada, que ya caigan truenos y centellas, ellos son maestros en capear el temporal y seguir perpetuándose en el cargo durante años. Muchos de ellos incluso de vivir “de la política” toda la vida. Quien lo dude, puede ver la trayectoria profesional de algunos…, siempre que lo que lean sea cierto, cosa que ya se ha demostrado que no ocurre en todas las ocasiones.

Eso sí, cuando deciden desatornillarse, algo sumamente extraño y solo justificado a priori por sus auténticos fracasos sean del tipo que sean, suele ser porque inmediatamente alguna que otra puerta se les abre, al pensar los dueños de estos nuevos “recintos”, que su influencia puede ayudarles a crecer, a lograr ciertos favores, a cerrar negocios: craso error. Quien no demuestra su capacidad y solvencia en el ámbito público, tampoco lo hará en el privado, salvo contadísimas excepciones. No me cabe la menor duda.

Por último, hay otra tipología muy reseñable de “expolíticos”: aquellos que deciden hacerse tertulianos y evangelizar desde la barrera ahora que ya afortunadamente no son protagonistas. No contentos con sus más que evidentes limitaciones en su gestión de la res publica, ahora pretenden darnos lecciones; ¿lecciones de qué? Lamentable

Es realmente triste que esta percepción tan negativa y esta desconfianza ante quienes les hemos dado el voto para que nos representen (y a los que no se lo hemos dado también), esté tan interiorizada por la mayoría de la población. Han logrado que nos volvamos unos absolutos incrédulos de lo que dicen o de que vayan a hacer lo que han prometido en repetidas ocasiones que harían. Se lo han ganado a pulso. No hay nada como minusvalorar la inteligencia del resto que, quieran o no, seguimos siendo mayoría.

Yo también estoy en ese 50% que piensa que puedo hacer las cosas bastante mejor que aquellos que viven de la política, pero la erótica del poder no es algo que me atraiga en absoluto.

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