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Seguimos en España en pleno proceso para dilucidar si es posible que los representantes de nuestra soberanía, congresistas y senadores se pongan de acuerdo en apoyar algunos de los dos candidatos posibles y la cosa no pinta nada bien. De hecho, pinta tan mal que desde mi punto de vista lo más conveniente y lo que más me satisfaría es que se produjera una repetición electoral y eso que, de formar gobierno el representante del partido socialista sería recompensado con un par de invitaciones a comer resultado de dos apuestas ganadas.
Esta próxima semana, presentará su candidatura “fallida” el representante del partido conservador, Núñez Feijóo, que llevando más de un mes en la búsqueda de una aritmética imposible que le diera la presidencia del gobierno, le está costando aceptar que su propuesta era y es inviable y debería haber dado un paso a un lado y ceder el testigo al segundo candidato, el actual presidente del gobierno y líder de un irreconocible partido socialista, Pedro Sánchez.
A priori y si estuviéramos hablando de una persona que comulgara con el sentir de una importante mayoría de los votantes socialistas, su intento de investidura chocaría con la misma aritmética imposible de su predecesor. Sin embargo, en su ansia de seguir gobernando porque fuera en la calle hace mucho frío y bajo la recurrente frase de; “proseguir con los avances sociales logrados por el gobierno progresista y feminista durante los últimos cuatro años”, con los que en parte estoy muy de acuerdo, muchos antiguos rockeros social demócratas nos tememos que puede ser capaz de sobrepasar unas líneas rojas demandadas por un partido independentista de capa caída, con un discurso provinciano y antediluviano, que en las últimas elecciones ha representado aproximadamente al uno por ciento de los electores y que sólo por las particularidades absurdas de nuestra ley electoral, tiene, como dicen los periodistas: “la llave de la gobernabilidad”.
Aunque nos duela, es perfectamente comprensible que el mencionado partido y su presidente, prófugo de la justicia que tuvo que salir de España en el maletero de un coche tras el ridículo vodevil que acabó en una declaración unilateral de independencia para Cataluña que tuvo una vigencia tan reseñable de menos de un minuto, quieran aprovechar su momento de gloria para volver con sus matracas.
El uso del catalán y por extensión del euskera y el gallego en el Congreso, su primera petición, siendo poco práctica y costosa, puede ser algo con lo que se puede transar, como así se ha hecho. Cuestiones relacionadas con la mayor recepción de fondos y competencias administrativas de diversa índole para el gobierno regional catalán, pueden ser objeto de un diálogo razonable (ya han estado en muchas mesas de negociación previas).
Sin embargo, han vuelto a sacar a la palestra dos peticiones que desde mi punto de vista son inaceptables y deberían serlo también para alguien que hasta hace bien poco negaba tajantemente que pudieran ser motivo de negociación: una ley de amnistía, para los líderes e intervinientes políticos del citado vodevil y lo que ellos llaman “la vía unilateral” que no es otra cosa que la celebración de un referéndum de autodeterminación que decida la posible independencia de Cataluña; ambas soflamas ridículas de todo punto y fuera de nuestro ordenamiento legal.
Digo que deberían ser inaceptables por el Presidente en funciones Sánchez, aunque en los últimos años se haya caracterizado por “cambiar de opinión” en muchas cuestiones con la finalidad de garantizar el apoyo de determinadas formaciones políticas con representación parlamentaria (izquierda populista, nacionalistas e independentistas), que le garantizaran la gobernabilidad a su ejecutivo. La política y su comunicación tiene mucho más de estrategia que de verdad y cuando necesitas apoyos toca retractarse y “donde dije digo, digo Diego”. Esto es parte del juego al que juegan todos los partidos, sean del signo que sean. En España lo estamos viviendo a ambos lados del mapa político.
Esos “cambios de opinión” han sido cuestionados por muchos de sus votantes, pero aún y así y viendo la posible deriva hacia un gobierno conservador apoyado por la extrema derecha, ya consolidado en varias regiones españoles, éstos decidieron salir en masa a votar y dar una segunda oportunidad a su candidato. A resultas de esto, el resultado electoral se apretó y estamos como estamos.
Sin embargo, hasta en política hay que aplicar la máxima de qué #Notodovale para justificar la consecución de un objetivo; en este caso estar cuatro años más al frente de un ejecutivo en coalición con la extrema izquierda, válido y apoyado por la bancada de nacionalistas e independentistas envalentonados, como en la anterior legislatura.
Y #Notodovale, porque la cuerda siempre se puede tensar un poco más, aduciendo razones y argumentos construidos semánticamente de manera muy hábil a la par que poco clara, pero de tanto tensarla se puede romper y llegado a ese punto pueden devenir una serie de consecuencias muy comprometedoras que por puro interés partidista ahora prefieren esconderse o simplemente negarlas.
Pero más allá de esas consecuencias, el #Notodovale debería manifestarse alto y claro porque no se pueden aceptar chantajes de alguien o algunos que no representan ni de lejos a la mayoría de la población catalana y porque ante todo hay que tener dignidad, preservar la integridad del estado de derecho, cumplir la ley, respetar las sentencias judiciales y tener altura de miras (ya sé que esto brilla por su ausencia entre la clase política en general y en la española en particular).
La madurez y respetabilidad democrática que ha conseguido España en los últimos cincuenta años desde la llegada de la democracia parlamentaria a mediados de los años setenta del pasado siglo, se puede echar al traste si sobrepasamos esas líneas rojas.
No soy de los que piensa que tiempos pasados siempre fueron mejores y es por ello por lo que me gusta más mirar hacia delante que recrearme en la nostalgia de años anteriores y sé que el camino implica valentía y decisión. Dicho esto, respeto, reconozco y recuerdo con orgullo todo lo bueno que se ha alcanzado como país desde la llegada de la democracia y la contribución fundamental del partido socialista en la consecución de esos logros, al margen de opiniones muy respetables en ese sentido de antiguos dirigentes socialistas. Un argumento más, ni de lejos el más importante para reafirmarme en mi decisión de que más vale acudir a una repetición electoral, que dejarse pastorear por aquellos cuya única preocupación es mantener su discurso pueril, gansteriano y que lo que menos les importa es la gobernabilidad de un país al que no reconocen como el estado en el que Cataluña se integra como una región más.
No creo que en España se llegue a implantar un nuevo partido cada vez más extendido a nivel mundial: el Partido Gobernalista. Pensé que sólo podía tener presencia en países autocráticos como Rusia, China, India o democracias en construcción, como El Salvador por ejemplo, pero no; veo que este movimiento que se define como: “tengo que gobernar sea como sea y si para ello tengo que saltarme la ley, la división de poderes, asaltar las instituciones y manipular (mentir), a mi red clientelar de votantes, lo hago”, se está extendiendo como la pólvora en democracias consolidadas.
Por dignidad, respeto a la ley e igualdad entre todos los españoles, como reza nuestra constitución, sin por ello tener que renunciar a políticas sociales y progresistas que apoyo y apoyaré siempre: #Notodovale.