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Me temo que el tema de este artículo no va a ser muy original, porque en apenas una semana, primero en España y a medida que pasaban los días, en otros países, se han corrido ríos de tinta hablando del comportamiento del presidente de la Federación Española de Fútbol en la final de la Copa del Mundo Femenina celebrada el pasado domingo en Sidney.
Es curioso lo bien que le sienta a nuestro país participar en mundiales jugados al sur del hemisferio sur: dos campeonatos, uno de hombres y otro de mujeres, ganados en Sudáfrica y en Australia respectivamente. Cuando jugamos del Ecuador hacia arriba…, ya es otra cosa.
El orgullo que tengo viene del título conseguido y de cómo se ha logrado: jugando muy bien al fútbol; del seguimiento mediático y callejero que ha tenido la trayectoria del equipo en la mencionada Copa, pese a que algunos siguen considerando que el deporte femenino es de segunda categoría, cosa con la que estoy en profundo desacuerdo y de lo que hablaré un poco más adelante; de la emoción que reflejaban las caras de las jugadoras por el logro obtenido y que era un paso más en es largo camino que todavía le queda recorrer a las mujeres en el machista mundo del fútbol. En fin, creo que motivos para sentirnos orgullosos tenemos, como también los tiene mis amigos colombianos por el excelente papel jugado por su equipo nacional. Una pena no habernos encontrado en la final, aunque quién sabe lo que nos deparará el futuro balompédico.
La mayor desgracia de no haber podido disfrutar del todo del éxito deportivo del equipo y de sus jugadoras (y cuerpo técnico por supuesto), ha sido la lamentable actuación del impresentable presidente de nuestra Federación.
La verdad es que viendo su trayectoria profesional, su aspecto chulesco y forma de hablar con el gesto torcido por esa sonrisa de medio lado de perdonavidas, más propio de un matón que de un dirigente deportivo.., a mí personalmente esta serie de actos en apenas unas horas, no me han sorprendido nada; absolutamente nada. Forman parte de su adn. Este tipo es así. Lo único que ha hecho es comportarse como lo que es: un macarra, como diríamos en España.
Todo esto sin entrar en otro tipo de cuestiones y decisiones bastante turbias de las que ha sido protagonista en sus años en el cargo presidencial y que ya hubieran sido motivo suficiente para cesarle, porque dimitir…, ni a bate. Esta característica, la de no asumir responsabilidades ante comportamientos cuestionables e incluso demostrables, por creerse intocables, es también una virtud de muchos dirigentes deportivos, en especial en el mundo del fútbol. Imagino que todavía está en la cabeza de todos el famoso escándalo del Fifagate o el episodio de sportwashing que siguió a la adjudicación de la última Copa del Mundo a un país tan “democrático y ejemplar” como Qatar.
De hecho hemos tenido que esperar cinco días a que la Fifa abra expediente sancionador a este personaje y un día más a que le imponga una inhabilitación temporal de noventa días.
Es por ello que, su comportamiento en el palco de autoridades llevándose la mano a la entrepierna celebrando el gol de España, delante de la reina, su hija y resto de personas acreditadas, hasta el beso en los labios a una jugadora en la ceremonia de entrega de medallas, pasando por los abrazos y zarandeos desmedidos y a destiempo a otras, basándose en una mala entendida “complicidad”, como los insultos a aquellos que de manera inmediata criticaron su no saber estar muestran cómo es su personalidad su falta de señorío y de educación.
Si no sabes comportarte, camúflate entre el público como un particular y muéstrate como quieras, pero cuando representas a una federación y a un país o estás preparado para ello o no busques protagonismo donde no debes.
En el momento en el que estoy escribiendo este artículo, hay una Junta Extraordinaria de la Federación Española de Fútbol, donde todo el mundo pensábamos que este tipo iba a dimitir y de momento sigue en sus treces de anclarse al sillón como sea y pese a las presiones que le llegan de todo tipo y desde diferentes lugares. Sigue justificando su comportamiento “espontáneo y fiestero”, por lo que se había logrado. Pensará: “¿dimitir yo? Que me echen y así me llevo la correspondiente suma de dinero establecida”.
¡Ojo, que cuando habla de sus actos, sólo hace referencia al beso robado, del que dice que fue “mutuo y consentido” y tuvieron que pasar días hasta que hiciera mención a su lamentable comportamiento en el palco y con otras jugadoras, como si esto fuera algo sin importancia, cosa de la que discrepo totalmente!
El acoso es algo deleznable y punible, pero no lo es menos su manera de actuar durante y después del partido. Quizás el primer motivo “vende más” al tratarse de un tema de plena actualidad, pero el segundo debería implicar indefectiblemente también su cese fulminante.
Y ahora quiero dedicarle unas líneas al tema del deporte femenino.
No me cabe la menor duda que sus éxitos deportivos son tan honorables y valorables como los obtenidos por los hombres y así hay que reconocérselo y yo al menos así se los reconozco, pero hay una realidad que hay que poner sobre la mesa: el deporte tiene una parte cada vez más importante que es ser un negocio y éstos se mueven con datos de audiencia, de seguidores, de aficionados, de taquilla… y en eso la realidad es muy clara: el deporte femenino todavía necesita mucho tramo por recorrer para alcanzar los números del deporte masculino, en general y en particular, en el caso del fútbol, mucho más.
Lo logrado en los últimos años, con mucho esfuerzo y apoyos público y privados ha sido extraordinario, pero las cifras son demoledoras entre uno y otro. El camino es largo y toca recorrerlo como lo han hecho antes los hombres. Fácil no va a ser, pero éxitos como el del domingo pasado, ayudan a que el paso se agilice y el tiempo se acorte.
Ojalá que ese Mundial logrado tenga su continuidad semana tras semana en los partidos de la (las) ligas nacionales, los torneos internacionales, con mayores espectadores in situ, incremento de las audiencias en televisión, mayor presencia en los medios, tratamiento mediático acorde para sus protagonistas…: “paso a paso se hace camino al andar”, que diría el poeta Antonio Machado.
Y mientras todo esto pasaba, ¿qué podemos decir del resultado de las primarias en Argentina? La verdad es que lamentablemente tenemos lo que nos merecemos.