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Analistas 29/01/2019

Transformación digital o cultural

Ignacio-Iglesias

No cabe la menor duda que el concepto “transformación digital” es algo de lo que se lleva hablando en los últimos tiempos.

Como ejemplo, en esta semana pasada participé en un foro de transformación digital organizado por el IAB de Colombia y he leído más de cinco artículos hablando de este tema. Empieza a ser un tema de debate diario, como el fútbol o los avatares políticos de unos y otros.

Sin embargo, yo creo que el término real que se debería usar para hablar del cambio necesario que deben llevar a cabo todas las organizaciones empresariales, es el de “transformación cultural”. Es un concepto más amplio y quizás ayude a ser mejor comprendido por todo el mundo y, sin duda, implica una revolución en todos los ámbitos del negocio y de la empresa.

Lo primero a analizar es el entorno. Todo el mundo ha oído hablar del acrónimo VUCA. Vivimos en un mundo; “Volatile, Uncertain, Complex and Ambiguous”. Esto nos obliga a una capacidad de adaptación tremendamente rápida a la realidad para poder aprovechar las oportunidades que se presentan en cada momento. Son a veces efímeras, pero hay que estar en disposición de afrontarlas por dos razones: la primera, porque nos obliga siempre a estar alerta y esa dinámica impacta en el ADN de las empresas; y la segunda, para interiorizar algo clave en nuestros días: el éxito de la transformación está en la innovación y para innovar hay que asumir que nos vamos a equivocar. Equivocarse también es algo con lo que debemos vivir. Fomentemos la innovación, aún con riesgo a equivocarnos, dentro de nuestras empresas y garantizaremos nuestra viabilidad y sostenibilidad a largo plazo. Se acabó la planificación estratégica a tres, cinco años. Es una absoluta pérdida de tiempo.

Otro elemento que nos obliga a llevar a cabo esta transformación cultural es la velocidad con lo que pasa todo en estos días. Esta velocidad nos obliga a generar desarrollos tecnológicos disruptivos que nos permitan ajustar nuestros modelos de negocio a esas oportunidades que se presentan todos los días. Un ejemplo claro es la industria automotriz. Sin duda, el desarrollo de coches híbridos, eléctricos, autónomos, inteligentes es un paso adelante natural de esta industria. Sin embargo, lo que realmente está revolucionando esta industria es que las personas piensan tanto o más en “movilidad” (car pooling, car sharing…), que en ser dueños de un coche y más con las restricciones a la circulación vehicular que hay en las grandes ciudades y el fomento de otras maneras de desplazarse como la bicicleta, patinete…

Y es aquí donde “enganchamos” con otro elemento clave en esta carrera en la que estamos inmersos: el consumidor. Este es cada vez más exigente, está más informado, le gustan más cosas, quiere que su punto de vista sea considerado en el diseño, comunicación, disfrute…,de un producto. La marca (el producto) ya no está en el centro de los modelos de negocio. Es el consumidor el que marca el camino a seguir. Lo bueno es que tenemos tanta información sobre él, que nos permite poder “intuir” lo que quiere, cómo, cuándo y dónde. Sin ánimo a equivocarme, la tecnología es clave en la transformación de las empresas, pero el motor de la misma son las personas. Y cuando hablo de personas no sólo me refiero al personal de la empresa, que también, sino a los consumidores que quieren ser parte activa de nuestro negocio y más nos vale tenerlos en cuenta si queremos no sucumbir en el intento de ser exitosos.

Entorno, tecnología y personas son los tres pilares en los que se sustenta esta transformación cultural empresarial y que sin duda traerán una mayor oferta (la famosa abundancia que trae esta cuarta revolución industrial) y más ajustada a lo que todos queremos.

Pilares que se retroalimentan, se retan unos a otros y se necesitan. Las tres patas del banco necesarias para que se mantenga en pie. Con dos de ellos…, no lo logramos.

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