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Hace pocos días, en el lanzamiento del primer “Latin America energy Outlook”, la Agencia Internacional de Energía planteaba que “Latino América puede lograr una transición segura, asequible y rápida” para aprovechar las oportunidades que ofrece “la nueva economía limpia”, estableciendo sin equívocos que ella debe ser equitativa - justa.
Latino América está avanzando a pasos agigantados en esta dirección. Hace 10 años se instalaron alrededor de 14 GW de generación eléctrica, 45% renovables contra 55% fósiles; en 2017 ya fueron unos 17 GW, 60% renovables contra 40% fósiles; y en 2022 alrededor de 22,5 GW, 85% renovables contra 8,6% fósiles, además de 6,9% de bajas emisiones. Como expresado en la anterior columna, Colombia, ha sido uno de los más rezagados de Sur América (Irena, 2023). No obstante, esto va a cambiar, el país empezó a ser uno de los más activos de la región y en 2030 puede ubicarse en tercer lugar de capacidad instalada, después de Brasil y Chile (Energy Monitor prospective).
Para 2032, la Upme muestra cómo (ver gráfico), con las solicitudes de conexión otorgadas, duplicaríamos nuestra actual capacidad instalada, casi toda ella renovable. Entre solar y eólica contaríamos con 45% del total nacional, mientras que hidroenergía bajaría de 65% a 37%, y térmica pasaría de 32% a 17%. Seguramente la realidad será un poco diferente, pero no tanto, dado el tiempo que tarda la maduración de proyectos. Lo anterior no considera generación distribuida (techos solares), subestimando el total renovable, pues solo en la Costa Atlántica el Gobierno apunta a 2GW.
Investigaciones de Utadeo y Ecsim, como también de la Universidad EIA e ISA, coinciden en que se requiere ese orden de magnitud en energías renovables para satisfacer la creciente demanda de electricidad de manera confiable y asequible. Esto, sin contar la generación distribuida - unos 4 GW -, que podría ser muy superior, de acuerdo con estudio de la Universidad Nacional (Jiménez y otros, 2023).
En esta dirección, empresarios piden “mayor agilidad en el proceso de licenciamiento ambiental, priorizar las renovables como un tema de interés público y la creación de una ventanilla única que facilite y acelere los tramites actuales” (El Tiempo, noviembre 4, 2023).
Por primera vez en años hay sintonía entre los datos, las intenciones de los empresarios, el Gobierno y la academia en este tema. Ahora bien, contados observadores, ignoran las dificultades del sector, la pobreza energética del país y los compromisos ambientales. Ellos, atados al pensamiento del siglo pasado, sostienen que debemos proyectar el futuro, perpetuando tecnologías anacrónicas e inconexas con la era de la digitalización y la nueva economía limpia.
Le corresponde al Estado actuar y demostrar progreso con hechos. Eliminar las barreras existentes, apoyar a comunidades y empresarios, y pasar a la acción - acompañamiento, subastas, reglamentaciones, proyectos, aseguramiento. No hace falta más controversia frente al petróleo y gas, Colombia pronto dejará de requerirlos para generación, pero sí para ayudar la transición en transporte e industria, además, para generar recursos, producto de exportaciones.
Así las cosas, pronto podremos apreciar masivas instalaciones de renovables. El reto, regulatorio y operacional, será abastecer el mercado exclusivamente con solar e hidráulica económicas, en épocas soleadas.