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Colombia inició desde 2019 un cambio fundamental en su transformación eléctrica hacia las energías renovables. Hasta ese entonces el país era uno de los más atrasados de la región. Ahora nos corresponde acelerar el proceso pues como se discutió en foro reciente de este diario “el apagón esta al acecho”.
Cuando se optó por ese camino, no se tenían alternativas - tampoco se tienen actualmente - ya que de lo contrario podríamos enfrentar un significativo desabastecimiento eléctrico en razón a tres elementos concurrentes: a) el margen del sistema eléctrico es estrecho frente a recurrentes sequías que pueden ser extremas (incluso en 2020, en medio de la pandemia, alcanzamos a asustarnos), b) la economía se viene reactivando vigorosamente, y c) se presentan retrasos tanto en Hidroituango como en proyectos de energías renovables.
Así las cosas, por consideraciones de tiempo de construcción, en el futuro cercano no existen soluciones diferentes a la energía solar y eólica, tanto a gran escala como aquella autogenerada. Las alternativas fósiles, que tardarían más años en concluirse, no solo estarían exponiéndonos a un apagón extenso, sino, además, encarecerían innecesariamente la electricidad por varias décadas.
En la contemporaneidad, con la capacidad hidroeléctrica existente, complementada con los recursos renovables que se están proyectando (sin considerar, por ejemplo, baterías, biomasa y geotermia) podríamos sortear las dificultades durante los próximos lustros. Para esto, la suficiencia en el abastecimiento supone conocimiento de las ciencias ambientales de manera que se pueda aprovechar la complementariedad entre las fuentes, de la regulación que se requiere para lograr el abastecimiento de la demanda y de una ingeniería apropiada para alcanzar la estabilidad de la red. A los escépticos, les compartimos que adicionalmente podremos contar con el seguro que actualmente ofrecen las térmicas, las cuales no necesariamente deben eliminarse antes de 2030, tiempo suficiente para asimilar las nuevas condiciones del sector.
Nos queda, entonces, realizar ajustes inmediatos a nuestra institucionalidad y, rápidamente, convocar nuevas subastas, simples y efectivas, de manera que podamos poner en funcionamiento la energía renovable que requerimos a costos muy inferiores a los logrados en la puja de octubre pasado. Que el cambio de gobierno que se avecina no nos sorprenda puesto que, a pesar de la intensidad de las actuales lluvias, nada hace improbable la ocurrencia de un Niño severo - que traiga una sequía intensa - a partir del segundo semestre del año venidero.
Aunque contamos con buen conocimiento técnico para enfrentar el reto, estaremos enfrentando condiciones desconocidas y por tanto debemos implementar una hoja de ruta clara y precisa para la transición energética. No es suficiente con promulgar un abanico de posibles reformas institucionales sino, adicionalmente, prepararse para el manejo del sector eléctrico que, de acuerdo con el plan indicativo Upme, tendrá recursos solares, eólicos e hidroeléctricos suficientes en el corto plazo para poder despachar electricidad 100% renovable durante buena parte del tiempo. Esto no solo sería lo mejor desde el punto de vista de costos sino además de suficiencia eléctrica, contribuyendo, como agregado, al compromiso adquirido por Colombia para la reducción de emisiones en un 51% para el 2030 y a la carbono neutralidad para el 2050.
Como lo dijo recientemente la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a raíz de las alzas en los precios de electricidad, gas y carbón “We must invest in renewables for more stable energy prices …”