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El fin de semana me reuní con un par de amigos que no veía hace mucho, decidimos ir al bar de rock de nuestro barrio. Allí tomamos unas cuantas cervezas mientras charlábamos de la vida. Cuando llegó la hora de cerrar el bar y como aún estábamos animados, decidimos irnos a mi casa, donde nos esperaba media botella de ron.
Al llegar, pusimos música y continuamos nuestra charla. El ron solo alcanzó para un par de rondas y se agotó, así que a eso de las 4:30 am, llamamos a una licorera donde nos trajeron una botella de whisky por tan solo $43.500. Continuamos hablando, tomando y riendo hasta que salió el sol, momento en el cual ellos se fueron a sus casas y yo me retiré a la cama.
Hasta este punto no hay nada extraño: tragos y amigos, una noche común para el joven promedio colombiano. Sin embargo, me pregunté si esa noche sería igual para cualquier joven colombiano: la respuesta es no. Si retrocedemos unos 20 años, una noche promedio de un joven colombiano no incluía whisky, ni siquiera había servicios de entrega de licor a las 4:30 am, ni las condiciones de seguridad para caminar a casa después del cierre de los bares.
Hace 20 años, una botella de whisky solamente era accesible para dos tipos de personas: los muy adinerados o los irresponsables, ya que costaba el equivalente a un mes de salario en esa época ($332.000). Hoy en día, cualquiera puede comprar una botella de whisky en un almacén de cadena desde $30.000. Además, hace 20 años, conseguir que te llevaran licor a tu casa a esa hora era muy difícil, costoso y arriesgado, y lo más probable es que fuera licor adulterado. Era un lujo que pocos podían permitirse.
Aquí surgen dos preguntas: ¿Por qué han cambiado los hábitos de consumo? Y ¿qué ha facilitado este cambio?
La respuesta es clara: el crecimiento económico. Cuando los ingresos disponibles de las personas aumentan, su capacidad para acceder a bienes y servicios antes inalcanzables también se expande. En los últimos 20 años, el ingreso per cápita en Colombia casi se ha triplicado.
Esto ha hecho posible que la compra de una botella de whisky, que antes parecía un sueño lejano para muchos, sea ahora una posibilidad real para la mayoría.
Además, la competencia en el mercado ha jugado un papel crucial. La diversidad de marcas y opciones disponibles hoy en día es asombrosa en comparación con el pasado, donde apenas se contaba con unas pocas alternativas. La competencia fomenta la innovación y ha llevado a una reducción en los precios de los bienes y servicios. Esto beneficia a todos los consumidores, ya que una mayor competencia conlleva mejores ofertas y más opciones en el mercado.
Este auge en la oferta y el acceso a bienes y servicios ha sido impulsado por la libertad económica. La liberación de los mercados, la creatividad empresarial y la disminución de barreras como impuestos y aranceles han creado un ambiente propicio para el crecimiento económico y el bienestar general.
El whisky en Colombia es más que una bebida; es un reflejo del crecimiento y la libertad económica que ha experimentado el país. Los cambios en los hábitos de consumo son un testimonio del progreso y la apertura de oportunidades para todos los ciudadanos. Si queremos seguir construyendo un futuro próspero, es esencial mantener la libertad económica y fomentar un mercado competitivo que beneficie a todos los colombianos.