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Analistas 06/05/2022

Esto saldrá bien

Javier Arenas Romero
Director Harmex S.A.

Tal vez, las elecciones presidenciales del 2006 fueron las últimas en las que la gran mayoría de los colombianos sabíamos con claridad y certeza quién debía ser el presidente de Colombia, o quién debía continuar siendolo. En este escenario y con el 62% de los votantes, Álvaro Uribe fue reelegido.

Algo semejante, pero inverso, es lo que hoy sabemos, quién no debería ser elegido presidente de Colombia, ni ahora ni nunca.

Los ocho años de gobierno del presidente Álvaro Uribe, uno de los mejores periodos presidenciales en la historia reciente del país, demuestra, con buenos resultados, que sí es posible construir democracia, fortaleciendo la clase media y generando confianza con autoridad responsable.

Por desgracia estas fortalezas democráticas se desvanecieron en los ocho años de Juan Manuel Santos, en especial la perdida de confianza en la justicia, en las cortes, y el congreso. Este deterioro fue agravado por el manejo indecente del plebiscito en 2016, que hasta ahora sólo ha favorecido a las Farc y demás compinches.

Con el pasar de estos años, y sin un castigo social, hemos visto como oscuros individuos, con personalidades camaleónicas, se reconocen públicamente como viles traidores, corruptos anarquistas, e indecentes funcionarios públicos, esto sin hacer referencia a los perseguidos comandantes terroristas, quienes de un solo salto, pasaron de ser combatientes a honorables congresistas sin que entendiéramos cómo, amparados en macabros pactos, se burlaron del sentir general con un rechazado e ignominioso acuerdo de La Habana.

Afortunadamente detectamos que, aunque ejerciendo cada uno por su lado con tenebrosa complacencia, lo que buscaban era homologar sus perversiones en torno a una oportunidad puntual como la candidatura presidencial de la izquierda comunista.

Están los que están, y son los que son en ese movimiento político, ya que varios, si no todos, los antiguos aliados ideológicos del candidato: Robledo, Navarro, y hasta Claudia López, han tomado distancia para evitar una absoluta descalificación política en el inmediato futuro.

La cultura tóxica y arrogante que vienen esparciendo desde hace años todos estos paupérrimos políticos ha generado un efecto contrario; cada mañana, surgen más y más compatriotas, con la necesidad y la convicción de trabajar por la unificación de Colombia, siendo este un motivo para acompañar al candidato antagónico y así poder preservar los valores que nos identifican como nación libre y democrática.

La fortaleza y conexión de los colombianos pensantes se está moviendo como nunca, sin vacilación y sin miedo, a todo nivel y sin distinción, con la claridad de lo que no debe ser y de quien no debe ser. Las agónicas intervenciones públicas del candidato, sus movimientos en redes, sus conceptos al debatir y peor aún, la presentación de sus aliados, han facilitado nuestras explicaciones lógicas ante los aún indecisos, sobre lo que es cruzar la raya del sentido común y de cómo evitar la catástrofe humanitaria que podríamos vivir, si permitimos la elección del comunismo. Ya no es una percepción, es una realidad.

Las cosas toman sentido y volvemos a unirno, como en épocas pasadas para actuar colectivamente en torno a nuestras Fuerzas Armadas y de Policía, a la empresa privada, a la Iglesia y a la familia, a nuestras comunidades de vecindario, entendiendo el riesgo que supone la aspiración de quienes pretenden vulnerar la intimidad y taladrar la confianza como sociedad.

En este propósito, el candidato Federico Gutiérrez, defensor de la democracia, asume el fortalecimiento institucional sin falsas promesas ni mesianismos chavistas. Su plan de gobierno, contenido en documento de 110 páginas, responde con acciones a las urgentes necesidades de los colombianos. Sus posiciones claras como las de quien nada debe y nada teme, convencen con firmeza de que continuaremos siendo una Patria poderosa, sin punto de quiebre, respetuosa de sus empresarios y pensionados, religiosa, que busca y ofrece más oportunidades de trabajo y subsidios, sin caer en el vagabundo asistencialismo comunista.

Su experiencia en las calles, sus resultados regionales y su esencia demócratica, le permitirán revertir con acierto el absurdo concepto de que lo común es lo normal; aunque es ahora común que cínicos antisociales, malhechores y resentidos se propongan como candidatos a elecciones públicas, no es normal que aparezcan elegidos.

Bien sea en la primera o en la segunda vuelta presidencial esto saldrá bien.

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