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Analistas 20/09/2024

Maldad y estupidez

Javier Arenas Romero
Director Harmex S.A.

Desafortunada generalidad en la que vivimos, cuando la mayoría de conversaciones virtuales y presenciales se vierten en discusiones políticas, generando divisiones y frustraciones profundas. ¿Qué está sucediendo con el comportamiento humano para que países y sociedades históricamente equilibradas, vivamos en tiempos de oscurantismo y frustración? Aunque la maldad parece ser la respuesta, tal vez sea la estupidez el origen de estos males.

Un teólogo alemán protestante, Dietrich Bonhoeffer, durante la Segunda Guerra Mundial y tras padecer el holocausto nazi, desarrolló una teoría social y política que continúa siendo relevante: “la teoría de la estupidez”. Según él, la estupidez, más que la maldad es el mayor peligro para la sociedad. Desde aquí quiso establecer cómo había sucedido el cambio social y cultural que convirtió a Alemania, en poco tiempo, en un territorio de criminales, autor de atrocidades, lideradas por Hitler con su partido nacista.

Bonhoeffer argumentaba que la condición de estupidez se da en personas vanidosas, soberbias, traicioneras, fanáticas, viciosas y egocéntricas. Los “estúpidos” no sólo actúan de forma funesta, sino que “son capaces de causar daño a otra persona o grupo, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí”. Este egoísmo, acompañado de una burda arrogancia, los convierte en un peligro social. Cuando personas así llegan al poder, ya sea por tolerancia o por el interés de sus congéneres, se vuelven aún más peligrosas. Son lo que comúnmente llamamos “idiotas útiles”, individuos manipulados y promovidos por líderes astutos que los utilizan para alcanzar sus fines. Son los que opinan sobre todo, como si tuvieran posesión de la verdad, germen de nuevos dictadores y autócratas.

La exacerbación de las pasiones, las persecuciones por razones ideológicas, de etnia o religión, el incremento de las dictaduras extremas, se debe más a la estupidez que a la misma maldad.

Sobre esto, el escritor, Edgar Allan Poe, decía que “la estupidez es el talento para la equivocación”. Por eso se permiten discursos y decisiones incoherentes, delirantes y equivocadas.

La estupidez política es como un virus que se contagia con rapidez en sociedades heridas que buscan reformas desesperadas. Lo más malvado es que sus promotores no están dispuestos a escuchar razones ni confrontar la realidad. Las consecuencias son claras: más polarización, más muertes, más guerras, desplazamientos y pobreza. Todo esto mientras las políticas públicas siguen siendo dictadas según caprichos ideológicos del momento.

La vida en democracia exige ciudadanos críticos, no violentos. La estupidez no puede enceguecer el presente y futuro de las sociedades civilizadas. Si permitimos que la estupidez siga marcando el rumbo, el futuro será aún más difícil. La lucha está en fomentar el pensamiento critico y en cuestionar en libertad a los que gobiernan, como debe ser en una democracia.

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