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Después de más de un año de que millones de estudiantes, empleados y ejecutivos a nivel global estuviéramos obligados a conducir gran parte de nuestras actividades cotidianas a través de videollamadas, el mundo entero pareciera estar listo para viajar de nuevo y volver a conectarse cara a cara.
Esta esperanza se refleja hoy en día en el optimismo de las aerolíneas y del sector hostelero, quienes le están apostando a que los viajes de negocios se recuperarán a pesar del auge de alternativas como las plataformas de videoconferencias como Zoom, Meet, Webex, etc. que nos permitieron funcionar durante la pandemia, se hayan vuelto una alternativa mas atractiva y predominante en el ámbito de los negocios.
El despliegue de vacunas en las principales economías del mundo y la correspondiente disminución de los contagios y muertes causadas por el covid-19, prometen ser el catalizador del renacer de los viajes de negocios, siendo estos un factor clave para la recuperación de las aerolíneas, dado que los asientos “premium” contribuyen altamente a los beneficios. Por otro lado, el imperativo cada vez mayor de reducir las emisiones de carbono y la oportunidad de reducir costos operativos relacionados con viajes, convenciones y eventos presenciales, han generado dudas sobre si los viajeros corporativos regresarán con fuerza después de que termine la crisis sanitaria.
Algo que también ha quedado claro luego de estos largos meses en frente de pantallas y cámaras es que, aunque trabajar de manera remota desde la comodidad del hogar, evitando tiempos muertos de desplazamiento a oficinas y reuniones, genera grandes eficiencias operativas, la eficacia de muchas actividades conducidas de manera virtual se afecta en gran magnitud.
Una de las razones de este fenómeno es que esta nueva manera de trabajar o estudiar genera una sensación de fatiga en los usuarios que, a lo largo del día disminuye la productividad a largo plazo. Esta fatiga se nota en particular cuando se obliga a hacer uso de la cámara durante las sesiones de trabajo o en las clases, algo que intuitivamente podría ser positivo ya que obliga a los participantes a participar y poner atención durante las llamadas.
Un estudio reciente publicado en la revista Journal of Applied Psychology, en el cual se analizaron los efectos de usar cámaras en comparación con no hacerlo en una reunión virtual, pareciera confirmar las creencias empíricas de muchos sobre el creciente fenómeno conocido como “fatiga del zoom”, una sensación de agotamiento exagerado y falta de energía luego de un día de reuniones virtuales.
Científicamente es posible explicar este fenómeno debido a varios factores, entre los cuales se encuentran: la cantidad excesiva de contacto visual de cerca con otros seres humanos es algo que no experimentamos en el mundo real, el verse a sí mismo durante las videoconferencias de manera constante en tiempo real es extenuante, la necesidad de prestar atención de manera continua genera tensión, la restricción de nuestra movilidad habitual durante una reunión y el incremento en la carga cognitiva generado por la intensidad y frecuencia de las interacciones virtuales.
Otra circunstancia importante que contribuye a la fatiga virtual es que esta nueva dinámica de trabajo nos hace perder la opción de los cambios de ritmo que implican los desplazamientos y que de alguna manera aligeran la mente y el cuerpo, algo que ojalá en los próximos meses se recupere lentamente y lleguemos a un estado intermedio mejor que combine los aspectos positivos de la vida pre y post-pandemia.