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Hace unos días, un ciudadano japonés de 28 años de edad fue condenado por un tribunal de Yokohama a una pena de dos años de cárcel luego de ser encontrado culpable de violar las leyes de control de armas de fuego. La fiscalía acusó a Yoshimoto Imura, luego de encontrar un video en internet, donde el demostraba como fabricar en casa dos pistolas utilizando una impresora 3D de uso doméstico. Aunque el Sr. Imura reconoció los hechos y dijo no saber que sus actos eran ilegales, el juez consideró que las acciones del condenado llevaban una grave responsabilidad criminal al abrir el camino para que cualquier ciudadano pueda producir armas con el uso de un equipo de fácil consecución y relativo bajo costo.
Las impresoras 3D que se han empezado a comercializar internacionalmente y su costo se ha reducido dramáticamente en los últimos meses, permiten crear objetos en relieve superponiendo capas de plástico u otro material, manejadas desde un computador. La materia prima puede ir desde plástico hasta metales como el titanio y el acero, polímeros, yeso, cemento, fibra de vidrio, papel o incluso ingredientes orgánicos comestibles. En Estados Unidos y en Japón se venden modelos a partir de unos US$575 y los insumos se consiguen por internet y en tiendas especializadas.
Lo sucedido en Japón es una evidencia más de la creciente cobertura en los medios de comunicación que la impresión tridimensional ha empezado a recibir. Algunos medios especializados consideran que se está gestando una nueva revolución industrial que puede sacudir el mundo en los próximos años de manera similar a como el internet cambio el mundo a finales del siglo pasado. Al poder crear o “imprimir” objetos, se lleva el proceso de manufactura que hasta ahora estuvo limitado a grandes fábricas en países industrializados o centros globales como China, al dominio de los consumidores, dándole a la gente la oportunidad de acceder a productos individualizados fabricados “en demanda”.
Según algunos analistas, el mercado mundial de impresión en 3D llegará en EE.UU. cerca de los US$3 billones en 2018 y el costo de la tecnología continuará cayendo aparatosamente. Esta reducción en el costo de la impresión 3D ha provocado que diseñadores e ingenieros de diversas industrias, desde la aeroespacial hasta la joyera, empiecen a adoptar la tecnología de impresión 3D para la fabricación rápida de prototipos, disminuyendo los ciclos de producto de manera dramática.
Al mismo tiempo que la impresión 3D genera una oportunidad gigantesca en el sector industrial y en el de consumo masivo, el conocimiento de la misma se abre como una nueva vertiente del conocimiento que requiere entrenamiento especial y desarrollo de habilidades específicas, creando demanda para profesionales calificados en este nuevo segmento de la manufactura. Así lo reconoció la conocida revista norteamericana Forbes en un artículo reciente, incluyéndola entre las nueve carreras universitarias del futuro al mismo nivel de las Robótica, Ingeniería Agrícola, Biotecnología, Ingeniería cuántica e Ingeniería aeroespacial entre otras.
La creciente penetración de esta tecnología genera una demanda inmediata de especialistas, como se ha visto reflejado en el incremento en el número de ofertas de empleo en las que se requieren trabajadores con estas habilidades, alcanzando mas de un 103% de crecimiento entre agosto de 2013 y agosto de 2014.
De la misma manera que hace unos pocos años se le recomendaba a los estudiantes de secundaria que complementaran sus estudios con un segundo idioma y el dominio de la programación de computadores, muchos piensan que el diseño 3D y la impresión 3D deberían convertirse en parte de los currículos o al menos ser materias electivas en el corto plazo. La impresión en 3D aunque para muchos todavía es una industria naciente, se encuentra posicionada estratégicamente para un crecimiento exponencial, el cual tiene que ser capitalizado por igual por parte de las empresas que quieren que la manufactura vuelva a los países del primer mundo así como por las generaciones que se están formando actualmente.